miércoles, 26 de marzo de 2008

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-¿Dónde pongo este florero que te compré? ¿En la mesa? Claro, dónde mas. Esperá que voy a cargarlo con agua.
-Pero si no hay ninguna flor
-eso viene después

-ponelo acá
-lo pongo un poquitito más allá
-no, acá

-se va a caer
-se te va a caer

-Te dije que se te iba a caer. Ves, Víctor, que con vos no se puede hacer nada. Ni un florero.
-Perdón
-Era una broma. Vení, no te enojes. No te pongas así. Abrazame. Ya está. Dale, ya está.
-Perdón, perdón
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Había conseguido una silla de mimbre muy cómoda y muy linda al módico precio de tres pesos. Había regateado bastante, lo necesario para poder conseguir con lo que no había pagado un almohadón para sentarse, o en su defecto, un poco de estopa, unos pedazos de tela, y una aguja e hilo de coser para confeccionar su propio almohadón y poder colocarlo entre su cuerpo y la nueva silla de mimbre. Era mucho más cómodo para leer, y a diferencia de las prolongadas sesiones en la cama, ahora no podía decirse que pasaba todo el día tirado. Víctor lo llamaba sillón, y no silla, para darle un aire de mayor majestuosidad a un objeto conseguido en un pulguero a pocas monedas. Conseguiría una sábana no demasiada vieja ni demasiada agujereada para vestirlo con ella y ocultar definitivamente su figura y su fealdad. Ya había pensado presentarlo a cualquiera que osara a pisar su cuarto como su “sillón”, y tratando de que jamás se develara la verdadera identidad de silla de su nueva adquisición. Habría de pasar unas cuantas horas por día hasta que se amoldase a su cuerpo. El dueño anterior tenía una contextura mucho más grande y pesada que la de él, porque había dejado un hueco enorme en la parte donde uno se sienta. Había una mística particular en ese sillón, y por más que Víctor lo decorara, o lo rebautizara, no se le podía ir ese aire a perro viejo, que ya ha pasado por las manos (en este caso no eran las manos exactamente) de muchos, batallado por los días y hasta años de empollar en ese mismo lugar. Contaba, para su comodidad, de unos apoyabrazos que le permitían descanzar, sentado, tieso, con la mirada perdida en el infinito de la mancha de humedad que había en la pared y cada vez se hacía más y más grande, mancha de la cual se había encargado una vez, llamando a la portera, que le hizo un escándalo, porque no quería llamar al plomero, porque decía que no era un problema de algún caño roto, sino que las manchas de humedad habían estado siempre, y siempre estarían, no importara quién se quejase; una especie de Canterville, pero grotesco y ofensivo. Lo había colocado cerca de la mesa para poder apoyar libros o lo que sea que estuviera entre sus manos cuando él se sentara ahí. Generalmente, eran libros, de los cuales había una pila de los no leídos, una de los ya leídos que se amontonaban desde su pila hacia el resto del cuarto por un derrumbe no previsto por excesiva colocación de libros, pequeños sobre grandes, pequeños sobre pequeños, grandes sobre grandes, grandes sobre pequeños; y una tercer pila de libros que contenía los que no iba a leer jamás (no por definición, sino porque ya no planificaba las lecturas y se excedía sin cesar desde aquel día en que perdió la libretita negra; se compró otra, azul oscuro, pero no fue lo mismo).

El polvo que se agitaba por toda la habitación se había calmado y comenzaba a descender lentamente, como un blues de Ray Charles, ahora que la ventana estaba cerrada, porque las ventanas deberían estar cerradas en otoño. Pero había alguien que tenía la (mala) costumbre de abrir la ventana cuando se pronosticaban temperaturas gélidas, de diez grados o menos. Y cuando alguien, contenta de haber ayudado con las compras de todo lo necesario para la instalación de ese nuevo sillón, para demostrar cuán alegre que era siendo útil para él, abría la ventana, él, en mangas de camisa, comenzaba a toser, finalmente cerraba la ventana.
-Hay que abrir la ventana –había declarado
-Más bien hay que cerrarla –había dictado Víctor
Y en eso se había resumido la conversación. Luego, una incansable perorata de que ya-no-somos-lo-de-antes, qué-nos-está-pasando, ya-no-me-tratas-igual, que además de cumplir con el pedido de Víctor, había cerrado los postigones, dejando que una penunbra cubriera cada rincón del lugar.
Había advertido que salía a pasear un rato, respirar aire puro.
Tendría que haber salido detrás de ella, e invitarla a quedarse en el cuarto, que hacía frío. Pero no, ¿por qué?, porque, según decía él, acá van a haber cambios. Y ella qué sabía de todo eso, qué pensaría de las ocurrencias que él tenía, cientos de pensamientos que saltaban a penas ella ejecutaba algunos de sus actos mínimos, insignificantes para el ojo común.
Desde la oscuridad veía ir y venir la brasa del cigarrillo de su mano a su boca, sin perderla de vista por un solo segundo.
En cualquier momento va a volver, de eso estaba seguro. ¿Qué es lo que tenía de fallado de fábrica ella? No cabía duda que la caja de la que había salido ese arlequín funesto, tenía un cartel de inservible. O simplemente tomaba las actitudes más acertadas en los peores momentos de él, y cuando él creía que debería lucirse con todas sus luces, ellas apenas se encongía de hombros en señal de resignación. Pero no se podía contar la historia de un fracaso solamente a través de un destiempo. Esas son desviaciones de la memoria, recuerdos alivianados por el paso de los meses y los años, ya cuando no se poseen las sensaciones del momento y uno daría cualquier cosa por volver en el tiempo y arreglarlo todo. Pero si se había quedado con ella desde un principio, era porque la había creído especial, había visto en ella un aura extraño de encontrarse hoy día, sumado a que ella le daba cosas que sabía dar sin pedir mucho a cambio. Algo así era lo que ella definía como amor, pero jamás había pronunciado una sola palabra sobre el tema. Cuántas veces habían tocado tangencialmente el tema, sin poder acercarse mínimamente a la discusión real. Cada vez que ella se decidía a hablar las cosas seriamente con él, sentía que se aproximaban a un precipicio y un vértigo se adueñaba de él. Y esto estaba más allá de las cartas y de los melodramas actuados que ellos hacían. Tal vez Gella se conformaba con ese silencio que los envolvía y los sumergía en esa relación. Pero él se daba perfecta cuenta de que ese silencio a veces los acercaba, pero las más los distanciaba, ubicándolos en polos demasiado opuestos para que uno pueda oir al otro.
Era el momento para agarrar lápiz y papel, y ponerse a escribir algo para Gella, lo que devendría en una futura carta que todavía no sabía dónde escondersela, porque desconocía si quería que esa carta llegue a sus manos o no. A ver qué era lo que salía al comenzar a garabatear.


Cuando se decidió ir a buscar a Gella, o por lo menos asomarse hasta la puerta para ver si andaba cerca de ahí, si todo ese tiempo no había estado sino esperando a que salga, ella apareció. Se chocaron las miradas, extrañadas, alguien salía y alguien entraba. Gella cargaba con varias bolsas en ambas manos; había ido a dar un pequeño paseo y entre tienda y tienda había comprado algunas cosas. Básicamente, algunos libros, algo de comida y un florero (sin flor). Obviamente, ella no poseía el conocimiento necesario como para obsequiarle un buen regalo. El se conformaba con alguna obra regularmente buena o pasable. Esta vez le había traído Víctor Hugo, contrariamente al Tirso de Molina o al Lope de Vega de la vez anterior, todo un avance considerando que ella se dejaba deslumbrar por las ofertas de un peso de los clásicos de la literatura universal. Le iba a decir algo sobre el regalo, pero no encontró fuerzas para pronunciar palabras de agradecimiento.
Durante el tiempo en que Gella se había ausentado, había pensado en dejar los conflictos de lado de una vez por todas y proponerle que se vaya a vivir con él. Quizá no sería la mejor solución, pero era una solución (y él que se había dicho que iban a haber cambios). Tendrían que hacer economías. Gella se pondría a trabajar, ya que se dedicaba todo el día a hacer nada; él seguiría con el mismo régimen de horas que venía teniendo para la subsistencia mínima. Era claro que se tendrían que mudar a una pieza más grande, con una cama doble, porque ya habían probado con una sola plaza y se complicaba a la hora en que ella comenzaba a dar patadas. La idea de mudarse lo entusiasmaba. Seguramente irían a algún lugar un poco más alejado del centro, a alguna zona más al surm como la Boca o Constitución. Ahí encontrarían habitaciones grandes a un precio módico, camas desde un peso, con un colchón para los dos, una mesa, el mismo sillón de mimbre y un lindo ropero para guardar la ropa de ambos. Perdería la cercanía a Corrientes, no importaba; suponía la existencia de librerías cercanas en los lugares posibles donde se murasen. Tal vez irían a Pompeya, se harían pasar por una pareja de recién casados y jugarían a tener un hogar y esas cosas. No sería tan malo. Pensándolo de esa manera no sería tan malo. El se levantaría temprano, barrería el pasillo e iría a comprar el diario para ver si conseguía un trabajo digno, mientras qie ella lo esperara con un mate recién cebado, amargo y calentito. Ella debería trabajar igual, porque si no se dedicaba al arte, como lo había pensado él para ella, debería considerar volver a estudiar. Si flaqueasen económicamente en algún momento duro, se dedicarían a vender cosas que Gella iría sacando paulatinamente de su casa, como cuadros, platos, cubiertos, jarrones, piezas de porcelana, algún que otro artefacto electrónico, que les permitiera sacar algo de dinero y comer de eso. Había pensado también en las salidas que harían por el nuevo barrio, pasarían las tardes en los alrededores de Parque Patricios o irían periodicamente a hacer compras al Ejército de Salvación, donde se pueden conseguir toda clase de cosas por monedas. Sería su búsqueda del tesoro entre ropa, libros muy viejos y maltratados, cosas que a Gella le fascinarían como las porquerías que se adquieren en el bazar, carteras, monederos anteojos y un etcétera de cosas que todavía no había pensado, comprarían de seguro un tocadiscos para escuchar las obras omnias de la música erudita, discos que costaban veinte centavos, y se sentarían a escuchar la novena sinfonía de Beethoven en el patio para ver si entre los suspiros y el crepitar de las hojas del aparato se asomaba la presencia inasible de algún dios. Todo esto lo emocionaba bastante. Faltaba un poco de buena voluntad y problema resuelto. Todavía no quería decirle nada, esperaría el momento adecuado, mientras ella se dedicaba a desembolsar las cosas que había adquirido.
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Con la cuestion gelleana a cuestas, mochila pesada, se preguntaba acerca de la quimica de los sentimientos, la elaboracion de un sentir en comun entre los dos, surgidos de la conciencia de quererlo, si eso era posible. A fin de cuentas, uno sentia lo que creia que se sentiria eso antes de que no lo perciba, el nombre esencial a la sensacion, condicionandola y creando distancias abismales entre las personas. Estaba casi seguro que jamas se entenderia con Gella. Mas alla que acuerden en un pacto explicito los limites de sus sentimientos, jamas podian coincidir que eso que se lo habian imaginado de diferente manera era lo mismo con ese nombre en particular, ya que ambos se lo habian imaginado de diferente manera cuando solo escuchaban el nombre generico de los sentimientos en boca de los adultos y con esa particular frase de cuando seas grande.
Pero ya eran grandes y no se le parecia en nada. En el fondo, era ese rencor que guardaba hacia lo que le habia tocado, hacia lo que le habian prometido y no se acercaba ni un poco a ese mundo de experiencias y sentidos maduros.
Si Gella anunciaba que estaba anunciada, probablemente a los pocos dias sufria una recaida depresiva a causa de sus ganas de sentirse de esa manera. Pero nuncaun sentimiento iba a ser tan profundo y tan real como habian pensado que seria. Esto se siente asi? Que desilusion. Tanto para nada. Y en en fondo todo tenia una misma raiz, tanto los sentimientos que decian sentir como aquellos casi sintomaticos de la relacion, todo se estructuraba en base a esa insatisfaccion y resentimiento hacia un mundo que no era capaz de ofrecer mas. Los ideales de amor eterno no sobrepasaban de los limites del cuadrado del papel de las cartas. Y habia que llenar los dias con otras cosas. Los juegos, las cartas, que lograban, cual el verdadero objeto de fingir y ser conciente de eso, de que un sentimiento que es fingido solo es valido mientras el otro acepte el juego y finja entender lo que el otro se refiere y comparta.
La vida de papel de Victor era quiza mas palpable a la que verdaderamente llevaba con ella. Era mucho mas reconfortante darse cuenta de que podia meter la mano en el bolsillo de la campera y encontrar una carta que antes no estaba ahi, y deleitarse un buen rato con las composiciones que hacia Gella, tratando de descifrar de donde habia extraido esos fragmentos de textos tan desubicados y tan notoriamente plagiados. Un polo al cual Victor veia la necesidad de recurrir, cada vez que rebotaba de realidad en realidad: el surrealismo del primer encuentro, la creacion de una gella elliana (y convencerse a la fuerza de que es asi), los melodramas, las cartas, y cada vez mas aislado de ella, aquellas charlas solipsistas, la ginebra bols guardada en el placard de la habitacion, la literatura como modo de vida, pero no la vida como modo de literatura.
Y mierda una vez mas, se decia. Por que hacerse tanto planteo esteril y condenarse a una misma respuesta siempre, con la insatisfaccion y el malestar metafisico? Suponia que Gella no se hacia esas preguntas y quiza era menos infeliz, como una planta. Nombrar las cosas por su nombre no era algo tan bueno despues de todo.
La poesia se habia equivocado. Nada tenia para remediar esto. Solo mostrar el estado de catastrofe espiritual en su maximo esplendor, de una manera bella, sumamente estetica, cuidando las formas de un sublime soneto. Quiza habria que mandar por la borda a los sonetos, pero esa no era la solucion al problema universal. Quiza la poesia le retribuyera esa sensacion de casi conforme con uno mismo en lugar de dejarlo a la deriva de sus sentimientos descarnados para un banquete en el cual comia el solo. Quiza habria que permitirse otras formas, repensar a Gella, replantearse a uno mismo, volver a construir la imagen mitica de un hombre que podria llegar a ser eso, despojandose de la angustia de la belleza y no buscandola forzadamente, esperandola, sin mas parametros. Quiza habria que. Quiza habria, quiza.
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En ultima instancia, las cartas. Si, eso. Las cartas son el testimonio. Lo seguro es que Gella no se va a acordar de la relacion, las vueltas, los conflictos que tenian. Ella las guardaba religiosamente. En cambio Victor se las comia despues de haberlas leido una o dos veces. Las hacia un bollo y se acercaba a la rivera de la avenida Callao. Miraba como estaba la corriente de autos y colectivos, y cuando veia que largaban en carrera, la arrojaba en medio de esa turba metalica y esperaba que alguno la pise, distraido, con sus ruedas. SI era un colectivo, mucho mejor. Los colectivos pisan muchas cosas con las ruedas, demasiadas. Y si el viento soplaba a barlovento, quiza el colectivo se la lleve puesta hasta Retiro o al mas alla.
Gella las guardaba religiosamente. Se aferraba a ellas como si hubieran sido un momento para conservar en el corazon, en el cual Victor realmente habia creido que algo era posible, algo estable entre los dos, una carta solida, una carta ladrillo. Y esos eran los testimonios. Los cadaveres de la relacion, los que permanecerian intactos, en una caja, seguro perfumada y esas cosas gelleanas. Y en varios anos, cuando Victor ya no existiese, cuando de una vez por todas haya pasado a mejor vida, no sea otra cosa que ficcion entre los vivientes que lo recordaban, las cartas estarian. Dirian que dias felices aquellosm mira lo que pasaba, lo que haciamos. Y ella recurriria a algunas notas al pie de las cartas como Victor vino a casa punto tomamos mate punto me escondio esta carta en la almohada punto etcetera. Y asi Gella seguiria prendida de su hilo que la conducia por algun camino que ella se habia construido y que no podia [lease queria] salir. Y Victor, muy lejos, por otro hilo conductor muy distinto, uno que se habia creado el, y que seguiria porque asi lo queria, a veces olvidandose un poco, dejandolo de lado como un chico que ya no juega con su viejo juguete de toda la vida, hasta que mas tarde se acuerda de el y lo retoma como una reliquia de los tiempos de mozo. Que no pase, no se demore, usted. Una temporada de vacaciones no son tres anos en la isla de Circe. Volver a casa, pero no aquella, sino a la que penso el. Las vueltas a casa deben ser una resignacion del presente y la aceptacion del pasado como unico modo de vida feliz. La cristalizacion de los nostalgicos. La nueva casa debera ser muy distinta a eso. Mas una especie de meta que de vuelta al punto de partida. A correr, piensa y se larga a correr por la calle hasta su cuarto, descanza en paz, maldito infeliz.
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Y cuando desperto definitivamente, Gella no estaba. Sentia que habia dormido muy profundamente, que habia permanecido en la cama en un estado de inconciencia durante un par de horas, aunque segun el reloj del escritorio no habian pasado veinte minutos o media hora. El calor era un tanto agobiente en ese cuarto. Con la puerta cerrada, el aire no habia corrido y era probable que durante esa media hora hayan estado respirando dioxido de carbono puro. La camisa se le habia pegado al cuerpo y se la desabotono. Gella no tardaria demasiado en volver, cualquiera haya sido su motivo de abandonar la habitacion. Se saco los zapatos y se sento en la cama. Todavia estaba tibia y las sabanas un poco humedas por la transpiracion de los dos. Desde la cama comenzo a observar todo el cuarto como si fuera la primera vez que estaba ahi. Y de cierta forma era la primera vez que estaba sentado en esa cama, solo, sin Gella, pensando donde estaria ella que no venia, que el cuarto tomaba otro aire sin la certeza de su presencia en la casa, porque tal vez ella habia salido a comprar algo, cigarrillos no faltaban, tenia que ser otra cosa. En esa serie de pensamientos que le venian a la cabeza, comenzo a notar los pequenos detalles del cuarto, que eran bastante particulares. En su escritorio habian apiladas unas diez peliculas con etiquetas de Antin, Greenaway, Favio, Fritz Lang, Herzog, Bertollucci y Wells, entre las que alcanzaba a leer. Sabia que a Gella le gustaba el buen cine, pero se preguntaba si realmente entenderia las peliculas que veia, o si simplemente las miraba y las acumulaba en el escritorio, pensando que las tendria que mirar alguna vez. Al lado de la pila de peliculas habia un reloj que marcaba todo el tiempo las cuatro menos cuarto. Ahi fue cuando se dio cuenta de que la posibilidad de haber estado durmiendo durante mucho mas tiempo era casi un hecho, porque si cuando se durmio eran las tres y veinte (habia visto el reloj de pulsera de Gella, los mas seguro era que andaba bien) y cuando calculo los veinte o treinta minutos que durmio, habia mirado el reloj ese, donde eran siempre las cuatro menos cuarto, un artefacto donde las agujas no corrian y daban esa falsa sensacion de que el tiempo tampoco corria. Le acometio la duda de hacia cuanto Gella se habia ido, tal vez ya hacia una hora y se la empezaba a extranar (esa era una de sus mejores cualidades y habilidades). Giro los ojos hacia un frasco de vidrio que probablemente en otro tiempo hubiera contenido clavos, y al lado, un vaso gigante que tranquilamente podria servir para regar las plantas del balconcito de Gella, pero como ya lo habia comprobado una vez, ella lo usaba para tomar grandes bocanadas de agua durante la noche. En una de las manijas de los cajones del escritorio colgaban un par de zapatos miniatura de bailarina de ceramica que colgaban de un fino hilo de lana. Pegados a la pared con cinta adhesiva, una serie de dibujos infantiles, unos primeros bocetos de la iniciacion de Gella en la pintura. Le parecia un poco excesivo, todo el tiempo el constante recuerdo de que ella a los cuatro anos se perfilaba como una gran pintora, aunque todos hacian dibujos a los cuatro anos, pero sin sentir la necesidad de dedicarse a eso durante el resto de la vida. Ademas, los zapatitos, los dibujos, eran una vuelta continua a un periodo que no podia sentir como ya pasado, lejano, y tal vez por eso la reminiscencia de las actitudes infantiles de Gella. En un rincon de la pieza se amontonaban pedazos de un maniqui o de varios maniquies, porque por ahi se asomaban dos brazos derechos, un torso sano y uno casi totalmente destruido a martillazos, alguna pierna que se asomaba detras de unos carteles que habia recogido de la calle, Trenes a Primera Junta, Cuidado piso mojado/ Caution wet floor. Cerca de ahi habia una caja de herramientas donde dormia el martillo destructor y otras con las que Gella confeccionaba collares o pantallas de lamparas que luego no terminaba y quedaban archivados en un rincon junto a la coleccion de bolsas vacias de todo tipo. Al lado de un tacho con restos de paraguas habia una pantalla de lampara que Gella habia dejado a medio hacer, y que habia empezado un dia que estaba con el, inmediatamente despues de hacer el amor, mientras el se quejaba de que se habian quedado sin cigarrillos, tratando de conservar lo mas posible esa sensacion de paz y cansancion perturbada por la imposibilidad de fumar y porque Gella tomaba unas pinzas y doblaba unos alambres que habia encontrado por ahi o que pertenecian a otra lampara de pantalla. Gella tambien entre tantos desperdicios poseia una hermosa coleccion de peliculas en formato ocho milimetros predominantemente pornograficas que las habia encontrado en un volquete con resto de una obra en construccion. Cuando la interrogo sobre el origen de esas peliculas ella le conto una historia que parecia sacada de algun otro lugar: [probablemente] las habia tirado el videoclub de la vuelta de su casa por la delacion de la amenaza de una visita sorpresa de algun inspector por parte de un amigo que tenia el dueno, que trabajaba en la municipalidad y tambien estaba en el negocio del trafico de las peliculas pronograficas ilegales. Claro estaba que Gella se habia hecho toda la historia, pero en ese momento el pensaba que ella deberia ser la persona con mejor suerte en todo Buenos Aires, y no solo por las peliculas encontradas, sino tambien por en episodio del colchon y la alfombra encontrados y dela vez que un hombre le ofrecio dinero por nada, porque se sentia feliz. Pero con las peliculas nada habia hecho, no poseia un reproductor de ocho milimetros, y eso era una lastima; ya habia el intentado sacar provecho, pero era bastante aburrido ver cuadro por cuadro, sin sonido, a tras luz, mira aca hay una mujer desnuda, aca la misma mujer desnuda, en esta la mujer desnuda esta levantando un brazo, etcetera. Simplemente se contentaba con conservarlas en su estuche original y alardear con ellas a quien se apareciera por su casa.


Despues de diez minutos, (o quien sabe cuanto tiempo despues, porque no se podia confiear en el reloj del escritorio, seguian siendo las cuatro menos cuarto) Gella habia vuelto con el mate recien preparado y el agua caliente. Habia notado que no traia la azucarera, lo que era un buen signo, se habia salvado de tomar un mate dulce como le gustaban a ella. Se habia echado en la cama concediendole la tarea de cebar. Agarro su bolso tendida desde la cama y saco el libro de Los modales a seguir para una dama en determinadas situaciones, y abrio en el capitulo Como una dama debe comportarse caminando en la calle. Le leyo un pasaje mientras terminaba de chupar con fuerza la bombilla del mate que le habia convidado:
-Aca dice que las damas en la calle caminan de lado de la pared, y viendo que soy una dama, de ahora en mas yo vo y a caminar del lado de la pared, me entendiste?
Tranquilamente hubiera contestado un rotundo y sencillo , seguido con y a continuacion una serie de explicaciones acerca de los estratos sociales a los que estaba dirigido ese libro, le hubiera hecho ver la fecha de edicion del libro que tendria por lo menos cuarenta anos, y seguido una explicacion acerca de la politica de patronazgo masculino a lo largo de la historia y su reflejo en ese ronoso libro. Pero como no le estaba prestando demasiada atencion nada mas le lanzo un vacio . Luego de haber cebado un mate, se levanto y camino hacia la biblioteca para revisar los titulos que tenia Gella, entre los cuales vio uno que le pertenecia. Tiro el libro en la cama para luego guardarlo en su bolso. Luego de cebar unos mates miro la hora y luego de cometer el mismo error de pensar que eran todavia las cuatro memos cuarto, le pregunto a Gella por la hora. Eran las siete y diez. Mucho mas tarde de lo que habia pensado. Pero esas siete y diez se sentian, el calor empezaba a bajar y un viento suave comenzaba a indicar que el dia estaba dando lugar a la hermosa noche de primavera. Metio el libro en el bolso y se dispuso a marchar. Esos dias en que iba a lo de Gella y se pasaba la tarde, luego le agarraba esa especie de ganas de quedarse, de aferrarse a ella, que estaba tan tranquila acostada boca abajo, leyendo ese ridiculo libro, pero ya no se podia quedar. Eran las siete y diez y ya era hora. Hora de que?, no sabia. Tal vez cuando se fuera, ya seria la hora en la que Gella haga algo, tal vez ordene un poco su cuarto, meta algunas cosas en el baul que habia debajo de su cama para simular un orden, sentarse en una silla a dibujar. Y para el que hora seria?, tampoco sabia, hora de caminar por las calles de noche con ese clima que hacia todo mas facil, sobre todo la vuelta, y al llegar, seria hora de leer un poco, sentarse en la cama y abrir el libro a la hoja que habia dejado marcado. Antes de irse, contaria los cigarrillos del paquete para ver en que situacion se encontraba, por lo general, mas bien siempre, quedaban pocos. Se sorprendio que esta vez no le quedaran pocos, sino mas bien muchos, el paquete estaba casi nuevo y no recordaba en que situacion los habia conseguido. Miro a Gella, tan armonica, boca abajo, moviendo las piernas constante y ritmicamente. Se prendio un parisien y le acaricio y sintio que ya era hora de irse de ahi.
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Mejor aún, se levantó como solía hacer cada vez que terminaba su exposición y busco el rostro de Gella para ver si debajo de esa mata de pelos se encontraría esos ojos dormidos. Haciendo a un lado todo lo que le interfería, confirmó lo que sospechaba hacía largo rato. Gella se había ido, se había fugado en medio de las palabras, se había apartado de esa cama y ese cuarto para quedarse suspendida en un profundo aunque efímero sueño. Por lo tanto, debía ser castigada. Los ratos que ella se tomaba definían a esa ausencia como una simple siesta. Debía apurarse, no detenerse en las zonas fáciles, en lo previsible, adentrarse en aquellas partes donde no podía acceder mientras Gella permanecía despierta. Comenzó con los talones. Sabía que ahí no poseía demasiada sensibilidad. Era una prueba para ver cuán profundamente dormía, prefería no despertarla todavía. La calma que había producido su eventual ausencia colmaba todo el cuarto de un inmenso silencio. Por supuesto que era mejor que duerma. En los talones y los dedos del pie era algo fácil, pero por algún lado tendría que empezar. Por ahora pasaba inadvertido para ella y continuaría la marcha sin que todavía sienta realmente los primeros incisivos clavados en la piel. Ahora buscaba los tobillos. Era un poco mas complejo, pero no bastaría como para producir ese sobresalto que le haría chillar. No poseía demasiada carne allí como para que ya sienta dolor. Salteando las siguientes partes, se dirigió directamente a los muslos, zona carnosa y extremadamente deliciosa. Clavo fuerte los dientes y la boca se le llenó de saliva. Con un ojo procuraba vigilar cada gesto nuevo que se le dibujaba en la cara ahora que parecía ser el momento donde comenzaba a esbozar una leve señal de sufrimiento cuando contrajo las cejas. Pero parecía no salir del transe. Si bien apuntar hacia el centro de todas las indicaciones del cuerpo de Gella parecía ser lo mas tentador, sentía que estaría cayendo en el mismo error de la vez anterior, el lugar fácil que ya había provado hacía unos minutos atrás. En cambio, sintió la suma necesidad de hundir su rostro en la panza de Gella, olvidarse por un segundo de los dientes y frotar los ojos y la nariz en todo ese sector que le estaba prohibido quién sabe por qué complejo gelleano con respecto a las panzas. (Para ella era más prohibido y le causaba mas pudor que los lugares comunmente denominados prohibidos; nada tenían de prohibidos los prohibidos, Gella se encargaba de proporcionarselos con sumisión profunda cada vez que él lo requiriese). Subía, y mientras pensaba en todo esto, pasando entre las tetas, rozandole apenas, y por algun tipo de estremecimiento o escalofrío que esto le causara, la Gella dormida instintivamente extendía las manos para taparlas. Obvió nuevamente el trabajo fácil, pero antes de dirigirse al sitio convenido, hizo un apequenia escala por las axilas. La carne arrugada, la piel que posée la capacidad de ser estirada por lo menos un centímetro del lugar inicial. No duró mucho, apenas un mordisco corto e intenso. Creyó que se había pasado. Miró con el ojo que vigilaba el rostro de Gella, todo indicaba que su despertar era inminente. Faltaba solo un último movimiento, el movimiento final, que reservaba lo mós codiciado. Lo observó y avanzando lenta pero constantemente, ya casi con el cuerpo entero encima del de Gella, se precipitóy abriendo la boca en medio del salto de los labios, dejó escapar un pequeño sonido y fue a clavarle los dientes justo en la yugular. Gella despertó exltada. No le parecían bien esta clase de juegos que él hacía, a lo que él le pregunto que qué juego. Ella lo aceptaba, ahora también reía, pero no siempre podía comprender a tiempo de que se trataba la siuación, y esa vez estuvo a punto de llegar a un terrible alarido que pondría fin a la tranquilidad que ahora empezaba a sentir nuevamente luego de habersela tragado.
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Lo que Gella buscaba en esos momentos era ese sentimiento de sublime intoxicación con saliva, la sensación de estar atravesando por un tunel oscuro lleno de percepciones, lo que todavía nadie le había haber dado y dado a pobar, una experiencia que desconocía hasta el día que lo conoció íntimamente. Se las rebuscaba para acabar siempre en la cama de cualquier manera, cualquiera que fuera la ocasión que los había reunido (y él lo sabía). Y si bien Gella esaba al tanto de que él se había dado cuenta, aparentaba ignorarlo todo, su conocimiento sobre ella, los encuentros casuales, la fascinación por ese rato en los lugares que no había frecuentado antes. Porque para ella no era el frenesí la desesperación; era más cuestión de detención detallada, de concentración en un solo punto en un solo segundo, la mano que ahora le pasaba por el pecho, enfocando todos sus movimientos en la punta del dedo. Y todo esto pasaba mientras el se adjudicaba un papel de mero expectador silecioso, un observador oculto que fuma detras de una cortina, dispuesto a tomar nota de todas las particularidades de la persona gelleana con la mirada.
Y él se daba a sus lugares en un momento de recuperación del aliento y de las palabras que habían sido trocadas por silencios prolongados y acaso gemidos irreprimibles que sonaron al unísono. Automáticamente se ponía a charlar, o mejor dicho a monologar mientras Gella escuchaba atentamente o totalmente perdida y extraviada en cualquier otra parte. A veces se mostraba comprensible frente a las declaraciones de intimidad que hacía, sabiendo que en ninguna otra ocasión se mostraría tan confidente y desnudo como en esos momentos de paz luego del arduo combate que habían librado. La idea del combate era suya, se la había expresado a Gella en alguna otra sesión de sinceridad. No duraban más de diez o quince minutos como máximo, no más, hasta que el recobrara la conciencia plena y se diera cuenta del error que acababa de cometer al haber pronunciado todas aquellas palabras. Gella los tomaba como momentos de debilidad favorecidos por el cansacio y el silencio, donde el no se podía contener y largaba todo lo que se había tragado durante el día o la semana. Era una especie de catarsis y Gella también se desahogaba con él, moviendose en la cama, haciendo esfuerzos enormes por acomodarse en la posición adecuada, dandose vuelta para mirarlo a la cara, o bien ofreciendole la espalda, obsequiándole el culo que todavía irradiaba calor desde la parte de adelante. De espaldas ya no podía saber si estaba despierta, si todavía lo escuchaba o si su voz la había adormecido como ya había pasado otra vez que se ponían a conversar tendidos en la cama. Si ya dormía, mejor. Más intimidad para soltar palabras. Ya no tenía que decir lo ncesario en el momento adecuado. Le hablaría a las paredes, a la mancha de humedad que carcomía la pared, la cual se dedicaba a mirar cada vez que por una cuestión de azar le tocaba en lado de la ventana y entones la mancha de daba justo en los ojos, o al terrible lunar acusador que tenía en el centro de la espalda.
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Pero, por que seguia volviendo? Siempre que cruzaba la puerta de la casa de Gella se volvia a decir una vez mas que esta seria la ultima vez, que no osaria a pisar nuevamente el suelo que pisaba Gella todos los dias, y ser libre otra vez, triste, pero libre. Y era una idea que trataba de retener por el mayor tiempo posible, pero siempre habia algo que, en una mirada revisionista de su relacion, de la ultima vez que se habian visto, consideraba que no habia sido tan terrible como a el le habia parecido, que las cosas no estaban mal del todo y que si bien habia tedio entre ellos, era facilmente solucionable. Entonces, por que seguia volviendo a la casa de Gella, si no la queria, le resultaba hasta fastidioso y consideraba una buena idea no volver a verla? No era por las necesidades fisicas naturales de cada hombre de la talla de Victor y la satisfaccion de esas necesidades por parte de ella (eso se consigue como se consigue una habitacion para pasar la noche). No era porque no tenia un lugar a donde ir, y de casualidad pasaba por ahi y no estaria mal, como lo habia pensado un centenar de veces, verla un rato, ser usuario de los servicios y comodidades proporcionados por ella. Tampoco era la complacencia, se resignacion para que todo lo bueno y aprovechable sea para Victor; de hecho, le molestaba terriblemente esto del papel en que habia puesto Gella desde las primeras veces de madre abnegada y sacrificada por el bien del otro. No eran las comidas, los cigarrillos que le compraba, ni nada parecido. Victor lo asociaba mas a un instinto de conservacion que surgia de la relacion y los sentimientos gestados por personas, como dandose una nueva oportunidad y de que no todo esta dicho, nada es definitivo ni inevitable como la muerte. La ilusion de querer volver una vez mas luego de haber idealizado el pasado reciente, aceptando los errores y reduciendolos a una mera confusion, en lugar de considerarlos todo un problema constante. Pero luego de la construccion de esa ilusion, la necesidad nuevamente de comprobar que no era asi, que realmente era como siempre, algo en el aire se notaba en el mismo instante en que entraba a su casa y percibia los olores de siempre, los mismos que habia percibido cuando se habia dicho la ultima vez que no, que no y que no, no era posible volver a comenzar de cero, olvidarse de todo aquello fastidioso, cuando Gella pronunciaba las mismas palabras, hacia los mismos gestos, y Victor, no podia disimular la cara de algo ya conocido, un déjà vu que le daba el mas amargo de los sabores en la boca.
Pero lo mismo Victor se veia una vezmas parado ahi, en el living alfombrado de la casa de Gella, recordando las tantas veces en que se habia dicho para sus adentros que no queria estar ahi, que era mejor volver a su habitacion, meterse en la cama a leer Balzac y eldir esa situacion que se desenmascaraba otra vez como algo no deseado. Esperandola a Gella, que habia ido a revisar si ya todos dormian en la casa, si tenian luz verde para quedarse ahi sin que nadie los molestase, ganandose ese espacio en la casa por la falta de personas mas que por un derecho a habitar y transitar libremente.
Y Gella llegaba, Victor puteando para sus adentros, ella siempre con su cara de ingenua, gestos que marcan la falta de problemas, y lo abrazaba. Los cuerpos rozando una vez mas, la contraccion de los movimientos, pasandoles suavemente una mano por el pelo para que se deje de hacer tantos problemas, pensando que el lo exageraba todo, llevando las situaciones a un extremo grotesco innecesario. Pero no, Victor sentia que no habia nada mas perturbador que verse nuevamente en esa situacion y mas despues de haber dicho que no, un no resueltamente definitivo. Pero se dejaba a veces ablandar, se soltaba de a poco con las primeras insinuaciones de ella, las caricias, esos gemidos imperceptibles escapandose de la boca, una tranquilidad que empezaba a ser no tan mala, el olvido de la situacion, del contexto, y de la persona. Y si, de esa manera, cualquier cosa era posible, dos seres totalmente extranos, vagando por un paramo desconocido, desertico en el cual escaseaba todo como para preocuparse del otro y el otro casi ni existia, no era Gella la que le pasaba los brazos por el cuello y le hablaba en voz baja al oido, sino alguien sin rostro ni cuerpo definido, un nadie que no cargaba con los problemas las ropas de cualquier persona que se encuentre en la calle. Y por ese momento de olvido, en el cual se borraban lasmarcas personales de cada uno, ninguno con nombre, sin posiciones ni forma fisica determinada, todo estaba bien. Pero no podia durar por mucho tiempo, hasta que ella abriera la boca, haciendo algun comentario que lo devuelva violentamente de ese viaje que habia emprendido involuntariamente y se encontraba demasiado bien para que sea Gella la que lo haya provocado. Y los cuerpos volvian a distinguirse, volvian a vestir las ropas que antes se habian despojado, tomando forma y color muy distinto al negro total en que habian visto las cosas, ya ella se llamaba Gella y el volvia a usar el nombre de siempre,Victor, notaba el lugar en que se encontraban, volvia con sus recriminaciones internas, a desear una vez mas no estar ahi, y considerar seriamente la posibilidad de no volver mas.
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Y venia caminando con Gella por la avenida Rivadavia, todavia pensando en el reciente encuentro que habian tenido hacia algunas cuadras atras, considerando seriamente la posibilidad de que no haya sido casual. De cierta manera este pensamiento lo afecto bastante, imaginaba que todo habia sido planeado, que Gella era conciente de que de este lado las casualidades no existian. Y empujado por la paranoia que le producia su eventual presencia, trataba de aludirla, de no acercarsele demasiado, de eludirle la mano que le queria agarrar, por temor a que ponga en marcha algun plan que habia gestado detras de sus espaldas. No iba a conseguir lo que queria si todo habia sido orquestado. Si bien estaban separados por una distancia espacial de quince centimetros mientras caminaban por las estrechas veredas del barrio de Caballito atestadas de gente a esa hora del mediodia, sentia que otra distancia, no fisica, sino mas bien mental, los separaba vertiginosamente. Pero no podria hecharle toda la culpa a Gella, ese rechazo deberia provenir de otra causa, ella tan inocente a veces, no se imaginaba el lado maligno que ella podria ocultar para obtener a cualquier costo lo que ella queria. Pero no se podia sacar esa actitud arisca hacia ella, su rostro lo amenazaba a no dejarle otra opcion que ella, su mano que trataba de asirlo con el fin de no dejarlo escapar,de tenerlo cautivo para ella sola y presentarsele como el absoluto que el deberia adorar. Lo mejor seria escapar, irse lejos como sabia hacerlo ella con tanta elegancia y en un absoluto silencio. Ya estaba planeando la manera: primero, daria un salto hacia adelante como para tomar impulso, pasaria al hombre del sombrero que iba caminando delante suyo y lo esquivaria por la derecha, luego, para entorpecer a los transeuntes de Rivadavia, se meteria entre la madre y su hija que iban de la mano, las que se quejarian por ese joven atolondrado que no respetaba a nadie, y por ultimo, para crear una confusion final, cuando ya haya pasado a la vieja que iba caminando en sentido contrario, patearle el changuito de las compras para que la gente no pise las frutas y verduras por esa lastima a echar a perder la comida, aprovechando en ese momento de total distraccion, hacer su graciosa fuga, elevarse en la corrida y girar en la calle perpendicular mas cercana. Pero ese no era la forma en que Gella escapaba. Ella lo hacia de una manera donde pasaba desapercibida y no causaba todo el revuelo en la calle como el se lo habia planteado. Tampoco necesitaba correr, le bastaba con perpetuarse con un pensamiento durante un cuarto de hora y no dejarlo hasta que se decidiera volver con el. Asi lo habia hecho una vez y tal vez lo haria cuantas veces ella crea necesario. Pero tal vez sin darse cuenta el se habia escapado, tal vez no muy lejos y tampoco por mucho tiempo y seguramente que no con la calidad con la que lo hacia Gella, pero definivamente no habia estado presente ahi las ultimas dos cuadras. Feliz de haber descubierto su poder de abstraccion –porque en el fondo se trataba de eso, el saber abstraerse y alcanzar niveles tan altos como poder jugar una partida de ajedrez mental –se puso a silbar algo confuso que parecia un tango. En el fondo todo lo que el hacia se parecia un poco al tango.
Se palpo los bolsillos de la camisa y del pantalon como gesto convertido en el reflejo de buscar algo para fumar. Lamentablemente –para el –lo unico que encontro era un paquete vacio. Lo habia presentido, pero no queria cerciorarse porque sabia que le darian unas terribles ganas de fumar cuando confirmaria la falta de tabaco y la certeza de tener las monedas contadas. Gella, muy atenta a todos sus movimientos y con una decision de reconciliarse, entro en el primer quiosco y pidio un paquete de Parisiennes. Mientras estaba pagando, le pregunto a Victor que si queria cigarrillos. Pregunta innecesaria, ya que era obvio que ese paquete no era para ella, no eran los que ella fumaba, y para quien mas serian. Para evitar todo tipo de confusion con respecto al destino de ese paquete de cigarrillos, dijo .
Con un paquete lleno de cigarrillos, uno se vuelve generoso y siente la necesidad de convidar, y por supuesto que es mas facil convidar cuando tiene veinte que cuando le quedan tres. Se prendio uno para el y otro para Gella. La miro y ese gesto de reconocimiento no se debia a otra cosa que una inminente reconciliacion. Gella comprendio rapidamente la nueva situacion y se puso alegre. Se puso a tararear Lullaby of Birdland como si le saliera del pecho. Unicamente cantaba la letra cuando llegaba la parte de that’s the kind of magic music we make with our lips when we kiss, acaso porque era la unica parte que sabia o le interesaba saber. Victor se dejo tomar la mano finalmente porque habia cedido a su actitud arisca y de rechazo, no porque le habia comprador un paquete de cigarrillos, sino porque al comprarselos, se dio cuenta de cuanto necesitaba a Gella y mas en los momentos en que estaban distanciados, aunque esas distancias no sean reales, sino mas bien sentimentales. Nadie podria heber percibido el gesto infimo que el hizo al ver el paquete vacio, su cara de descontento y amargura, insatisfaccion, cosas que a menudo sentia. Y cuando no las sentia, sus sentimientos le hacian una tregua, que se hacia llamar Gella, que procuraba quererlo y protegerlo en ese mundo donde el se movia tan torpemente y llevandose todo por delante y sin saberlo, y sin estar enterado de lo que ella podria llegar a pensar o sentir, ya que nunca se lo habia preguntado ni imaginado, porque parecian que las cosas andaban bien, y solo cuando funcionaban mal empezaria a notar el descontento, ese rinon estropeado, el dolor de garganta de tanto fumar, en cansancio corporal, el miedo a morir, etcetera.
Siguieron caminando hasta llegar hasta la casa de Gella. Cuando ya estaban en la puerta, le entro la duda porque habia una posibilidad de que se diera media vuelta y dijera bueno, chau. Pero cuando dio dos vueltas a la cerradura de la puerta y la empujo con un golpe de caderas, el silencio lo invito a pasar automaticamente y la siguio detras hasta cruzar el portal y estar definitivamente adento, habiendo vencido habilmente la posibilidad de haberse quedado afuera, sin Gella, sin comida y sin nada que hacer. Mientras pasaban a la cocina pensaba que nunca habia existido la posibilidad de quedarse afuera, no viniendo de ella, comprensible, abarcadora casi como una madre, la Gella que ahora le ofrecia de comer y el la rechazaba humildemente, pero sin convencer. Igualmente saco del horno un pastel de papas que habia preparado ella misma, abundante como para que durase varios dias. Agarro un trozo grande y despues de morderlo lo puso en un plato y los dos se fueron hasta la habitacion picando pedazos de carne que se salia de la porcion que se deshacia. Se sentaron en la cama y charlaron un rato mientras terminaban con todos los pequenos pedazos que no habian comido. Gella miro para todos lados como buscando algo y cuando su busqueda fracaso, se limpio las manos en la remera. Le extranaban todas esas cosas que hacia ella que contrariaban los buenos modales que ella anunciaba verbalmente y que sacaba de su raro librito de Los modales a seguir para una dama en determinadas situaciones. Y estaba seguro que el librito en el capitulo de Como una dama debe comportarse durante las comidas no recomendaba comer en una cama, ni tampoco limpiarse las manos en la ropa, ni hacer cualquiera de las cosas que ella hacia automaticamente y sin pensarlo. Cuando volvio siguieron hablando de nada, tocando el tema de la nada, pero no el de la nada metafisica, no la nada de la que hablan los nadaistasoo la que intentan alcanzar la escuela alemana de Heidegger. Y nada le interesaba menos que esas conversaciones acerca de naderias, y por eso decidio besarla y mantener un poco callada a la Gella que empezaba a brotar ramas de palabras por la boca. La beso antes de que esas ramas crezcan y luego le sea imposible besarla, ya que no le parecia agradable besar a un arbol o una planta. Muy diferente a eso, Gella saco un cigarrillo del saco de el y lo encendio. Lo que salia de su boca ahora era humo, un humo espeso y muy blanco. Le recordo de la obligacion de fumarse un cigarrillo despues de comer. Encendio otro al mismo tiempo que pitaba el que se habia prendido y se lo dio. Y de esa forma estaban bastante a gusto los dos, sentados o acostados en la cama, fumando despues de haber comido. Si encontraba algo que le causara tanto placer no estaria ahi en ese momento. Cerro los ojos y paso el tren. No estaba acostumbrado a ese sonido, inusual en su cotidiano bullicio. Ahi era silencio y de repente, a las tres y veinte, un tren que pasaba a menos de una cuadra. Recordaba las primeras veces que habia ido al edificio de una persona, siendo chico y habiendo vivido su infancia lejos de ese lugar, donde no pasaban trenes ni autos tan frecuentes. Y paso el subte, el metro, que corria justo por debajo del edificio y penso que habia un terremoto, pero no quiso alarmarse considerando la tranquilidad frente a esa situacion del resto de las personas en esa casa. Y volviendo con Gella y este recuerdo bajo el brazo, quiso contarselo a pesar de que ella se estaria quedando dormida. Sabes, que yo cuando era chico.../Si.../...nunca antes habia estado en la capital en uno de esos.../...si, cuando eras chico.../...edificios por donde pasaba un subte debajo.../...si, nunca antes habias estado en la capital, si...
Era inutil. Forzar una conversacion con Gella era tan inutil como abrir una botella de vino con una llave inglesa (y lo sabia porque ya habia intentado ambas y habia fracasado en ambas). Solo restaba imitarla, ignorar el lugar, la habitacion, el plato con restos de pastel de papas en el suelo, usado como cenicero por el (Gella no habia tenido mejor idea de ignorar que se encontraba en el cuarto donde ella pasaba un tercio de su dia y utilizar todo el piso como depositario de cenizas y colillas de parisiennes. Penso que seria lo que pensaria del estado del suelo cuando se despertara, antes de quedarse dormido.
Antes de despertarse del todo noto que Gella se habia acomodado y se habia abrazado a el. Siguio durmiendo para ver si cuando volviera a despertar las cosas serian diferentes.
9









No podía entender cómo en pleno julio hiciera tanto calor. Todavía el invierno se mantenía intalado en las calles; hacía días nomás, una oleada de frío lo suficientemente intensa como para matar algunas de las personas que dormían en las plazas había azotado a Buenos Aires mostrando su lado mas feroz y descarnado, como diciendo que nadie está amaparado en los brazos de su ciudad, nadie que esté en las calles camina inmune del clima. Esto había tenido unas repercusiones interesantes en determinados personajes como las señoras que se paseaban por la avenida Santa Fe, que sacaron a relucir sus abrigos de piel un tanto apolillados. Pero esos días de calor repentinos habían dejado bien atrás a ese frío asesino en el fondo del ropero entre las bufandas y aquellos abrigos de piel de las señoras de la avenida Santa Fe, por lo menos por el período de un año. Y tal vez ese calor era señal de que el invierno empezaba a hacer su humilde retirada, expulsado por estos días que se asemejaban a una especie de ensayos del futuro verano. Algunas ya hacían cuenta regresiva para la primavera, mientras que él empezaba a considerar a esos últimos días como ultimatum para disfrutar de este frío. Y era julio, y si bien era invierno, hacía un calor horrendo. La temeratura se acercaba a los veinticinco grados, según los comentarios al pasar de un diariero que no le hubiera extrañado que le haya agregado un par de más. Veinticinco grados era bastante para esta época del año, sobre todo si uno se andaba abrigado como Víctor, sobretodo a cuestas, aunque colgado del brazo, pensando que quizá en invierno hiciera frío, en verano calor, etcétera. Y con un pantalones –caluroso –de franella azul y una polera –calurosa –negra, todo se sufría más. Este tipo de ropa que había sido bastante eficaz para aquellos días lejanos, ya no tenía en mismo resultado ahora. El calor se agolpaba en el cuello de la polera y comenzaba a sentir las altas temperaturas que se le concentraban en las orejas, rojas, hirvientes. Pero eso no era tan terrible como los zapatos negros al sol. La polera se la podía sacar –y lo haría unas cuadras más adelante –pero los zapatos, no podría andar descalzo por plena avenida Rivadavia, con tanta gente que eran potenciales pisadores de pies, y sobre todo la suciedad que recogería en las plantas a lo largo del camino. Ya empezaba a sentir esa sublime molestia de la transpiración y el calor, todo junto, en el empeine y la punta del zapato. Sentía como las medias ya mojadas comenzaban a patinar a la altura de los dedos y se producía un ruido particular como si alguien estuviera estrujando una bolsa de plastico inflada. ¿Contra quién dirigir los reclamos acerca del clima, del calor que empezaba a sentir en el cuello, transpirando cada vez más por la polera (que incumplía sus funciones las cuales Víctor le hubo asignado esa mañana cuando salía de su cuarto pensando que se hallaría con un helada como las que ya venía padeciendo)? ¿A quién culpar por todos los males del calor en los zapatos negros, justo negros, calcinándose al sol desubicado? Todas las respuestas se dirigían a ese ser en el cual no quería pensar. El pensamiento mágico, que asocia el clima provocado a causa de determinada persona, una bruja, una hechicera, se lo había inculcado ella, y por ende, ella debía hacerse cargo de las consecuencias de tales pensamientos. Quizá si se quejaba un poco más, se largaría a llover. Una lluvia estaría bien, lluvia fina, fresca, con un viento bajito, que calmara las temperaturas y pusiera a todo el mundo con los pies en una palangana de agua caliente y tomando caldo.
Todavía le faltaban unas diez cuadras para la boca del subte. No tenía demasiadas ganas de ir a aquel lugar a ese encuentro tan poco deseado. Cualquier excusa para no ir sería la adecuada.
Intentaba buscar por todo los medios evitar la exposición directa al sol, aliviar al menos un poco ese agobiante rayo que le apuntaba directamente a las zonas donde más sufría. Pero Rivadavia a esa altura no era una zona comercial con tolditos o galerías donde uno pueda refugiarse en la sombra, más bien era un barrio donde las veredas estaban desnudas de este tipo de cosas, donde el sol lo mismo que la lluvia dejaban ver claramente su paso en algunos lugares del piso como las grietas en las baldosas que no resistieron al constante clima cambiante de Buenos Aires que variaban entre frío-calor casi sin previo aviso; o los agujeritos que se habían producido por un constante gotear desde los balconcitos a lo largo de muchos años. Y estos balconcitos al mejor estilo francés era lo que producía sombra, la escasa sombra, reducida a un pequeño cuadrado negro en el suelo, insatisfactoria. Y para aprovechar lo mínimo de sombra que estos ofrecían, iba pegado a la pared, caminando despacio para sacarle el mayor provecho esa especie de tregua que le ofrecían los balcones entre el sol de invierno y sus zapatos donde se aglutinaba el calor que se le empezaba a subir a las piernas. Al caminar pegado a la pared se le presentaba un inconveniente. Cada vez que llegaba a una esquina –esperaba que no falten muchas hasta la boca del subte –doblaba en ochava, por lo tanto se debía detener por el peligro de que alguna otra persona desesperada y abrigada, sufrida de calor como él, estuviese haciendo lo mismo, estar cada tanto atento para no tener un estrepitoso choque que no le vendría nada bien a él que pensaba que no tenía demasiadas ganas de ir a aquel lugar a ese encuentro tan poco deseado ya que cualquier excusa para no ir seria la adecuada, ademas de que la excusa se aproximaba a él unas cuadras mas adelante. Sobre todo esa zona del barrio, donde abundaban las personas de la tercera edad, en algunos casos un tanto propensas al malhumor por quien sabe que motivo, que adoptaban ese estado de énimo al chocarse con alguna persona como Víctior, como sucedio con la vieja que doblaba en una calle cercana al mercado del Progreso luego de haber salido de una verdulería con el carrito de las compras lleno de frutas, verduras, legunmbres, tubérculos. Si esto ocurría, lo acusaban de irrespetuoso de las personas mayores, de atropellador, de delincuente, como le dijo la vieja que venía por Emilio Mitre con su changuito a altas velocidades sin considerar lo que él había considerado acerca de las esquinas en ochavas, y cuando el carrito que le había pasado por encima del pie –¿por qué por los pies, no era suficiente sufrimiento ya?–aplastándolo; y el changuito al suelo con tomates y papas escapando a la calle. Para esta vieja ningún argumento era válido, ni siquiera la historia que usó como defensa de su abuelo que lo quería mucho y que lo iba a visitar seguido y que no era un irrespetuoso con los mayores. Pero la vieja no quería entender de razones, quería una disculpa (que el no estaba dispuesto a dar porque sabía que él había sido precavido y la vieja no), que le recogieran las papas y tomates que habían caido y que la traten como se merecía. Ya estaba armando un escándalo de aquello que había sido un hecho menor, cuando los tomates y papas que se habían escapado graciosamente a la calle fueron recogidos de manera hábil por un pibe que iba caminando detrás de él hacía unas cuadras atrás. Impunemente, el pibe corrió muy lentamente a penas vio que la vieja lo había visto. Ahí, la vieja celosa de sus frutas y fiel guardiana de sus tubérculos, salió tras el pobre chico que casi no se distinguía en la distancia. El aprovechó la ocasión para seguir caminando con algunos insultos entre dientes y con la capacidad de asombro superada. Cuando ya estaba una cuadra más adelante del lugar del choque, se atrevió a mirar para atrás y vio que la vieja estaba hablando a un policía que había mirado desde la esquina en diagonal toda la sucesión de hechos, el robo y posterior huída del joven ladrón de legumbres, que la vieja se empenaba en ejemplificar con vivos gestos de manos, cara y ascenso del tono de voz. Un par de pasos más adelante volvió a girar para ver un grupo de transeuntes que se detenían a ver, más por el instinto de curiosear que por el hecho en sí.
Otro peligro que corría cuando se andaba por la reducida zona de sombra en esos dias de calor imprevisto era la inseguridad acerca de la resistencia de los pequenos balconcitos franceses. Ya habian adquirido un cierto renombre no por su estetica o falta de practicidad o porque aparecian en una de esas tarjetas para turistas, sino porque ademas de antiguos eran propensos a sufrir caidas. Ultimamente, por lo menos en el ultimo mes, se habian caido tres balcones desde las alturas. Uno habia sido en Palermo en un paqueto edificio de la avenida Las Heras, desde un octavo piso; otro cayo en el barrio de Belgrano, sobre Vuelta de Obligado, que por suerte no es una calle muy transitada. Y el tercero habia sido ahi, en Caballito, algunas cuadras atras, donde todavia se podia ver los restos de alguna voluta que habia sido un adorno y de un segundo para el otro se habia convertido en una peligrosa arma contra cabezas. Por suerte en ninguno de los tres casos hubo heridos. En el de la avenida Las Heras antes de producido la caida, habia habido el trabajo voluntario de un ingeniero que viendo el trabajo mal hecho del colocado de algunas vayas de seguridad por los empleados del municipio que poco sabian de balcones caidos, que finalmente cayo. Pero ahi en Caballito no habia estado nadie para advertir el posible desprendimiento del balconcito, y cuando se desprendio, todavia nadie se molestaba en recoger los escombros que permanecian a un lado de la vereda como una especie de anuncio de que hay mas posibilidades de que se caigan los balcones, asi que no ande por debajo de ellos. El, que habia entendido la senal de los escombros que habian sido balcon hacia unos dias, se empenaba en seguir caminando, considerando que no creia en las casualidades, en lo que convertia a una posible caida de un balcon encima suyo en un hecho contingente en su vida. Tal vez habria algun accidente en menor medida, como considerar que la caida de una maceta por descuido de alguna persona que la habria colocado muy negligentemente en la baranda y con la menor brisa se caiga probablemente en la cabeza de algun transeunte como el, comparativamente seria menos malo a que se caiga el balcon entero. Pero en el registro suyo de accidentes urbanos no habia ninguno con respecto a la caida de macetas, o efectivamente eran menos importante que la caida de los balcones y habian pasado desapercibidas. Todo esto formaba parte del conjunto de mitologias de la ciudad, las viejas con carritos, los balcones, las macetas, y para mitologias estaba la que no queria mencionar unas cuadras mas adelante, esperandolo.
Contando las monedas, separo diez centavos que le daria al pibe de la boca del subte, y se apuro a bajar. Pero a unos veinte metros diviso a aquella que hacia unas compras en una merceria y lo miro, y aquella le sonreia con un aire complice y el esta seguro de estar ocultando algo que se dejaba entrever en esa sonrisa. El guardo las monedas porque no iria a aquel lugar a ese encuentro tan poco deseado, porque ya habia encontrado una excusa perfecta, una excusa que compraba unos cierres y otras cosas para un pantalon que se estaba haciendo, esa excusa que no era para nada casual que este ahi, en ese momento y ese lugar donde el transitaba pensando que la posibilidad de que se encuentre a aquella era ya improbable, no obstante estaba con el monedero en la mano pagando por los cierres y lo otro una Gella que lo miraba y le sonreia renovadamente complice.
8









Con Gella, esa relación cíclica que daba estremecimientos de frío en la espalda de Víctor cada tanto, se empezaban a dar repeticiones curiosas dignas de ser advertidas. Desde la supuesta fecha que había dictado ella de manera totalmente arbitraria, como inicio de la relación, pasando por la celebración del mes aniversario de su primera posesión material compartida, un encendedor encontrado en la calle, funcionando a medias, hasta los rituales de los juegos que ya no se podía salir por haberse establecidos como única manera de comunicarse con el otro. Víctor siempre llegaba a su casa, ella lo hacía esperar una media hora mientras se cambiara, todavía en piyama a pesar de la advertencia de Víctor por teléfono bastante tiempo antes de su llegada. Y él pacientemente esperaba, como si nada, haciéndose la idea que detrás de la puerta de donde había aparecido Gella, se escondía algo maravilloso, una sorpresa inusitada. Pero más tarde salía Gella y se disolvía la fantasía y el misterio. Víctor, ya irritado, sin siquiera intercambiar alguna palabra con ella, pensaba ya en irse, mientras que del otro lado había una voz suya que coincidía con la de Gella que proponía quedarse. Esa voz le hablaba suave al oído, profiriendo palabras inexistentes, armando frases incoherentes que terminaban de convencerlo y se rendía a quedarse, aceptando nuevamente traspasar por la puerta de su cuarto y someterse a los mandatos que ella enunciaba.
7









Gella encontraba una distraccion inusual al lavar la ropa. Se la veia pasando horas enjuagando y sambullendo en el agua fria del balde en la terraza, a veces casi toda una tarde. Segun ella, no se trataba para nada de una tarea terrenal, sino que ella le daba vueltas y mas vueltas para sacarle la metafisica a un par de medias enjabonadas. Era tedioso verla repetir la operacion una y otra vez, deteniendose en cada una de ellas, como si negara de que era simplemente tela, que no necesitan atencion especial como las personas como Victor. Todo un ritual fuerte en sus costumbres cotidianas, mas de lo que hubiera sido necesario considerar. Pero ella lo necesitaba como una especie de balanza equilibradora, un ritual de descarga vital con la cual todo comenzaba a tener sentido cuando unas medias sucias se convertian en las mismas medias, pero limpias. Su interes no se limitaba solamente a sus ropas; habia presentado argumentos dificilmente refutables acerca de por que ella debia encargarse de la ropa de Victor tambien. Sostenia convencida que Victor no era nada cuidadoso al lavar su ropa, que sus manos no se debian dedicar al contacto ruinoso del agua enjabonada, sino que tenian un deber superior. Pero esto no estaba desligado de la acusacion de maltratar las camisas y los pantalones con un violento uso del pan de jabon neutro. Pasadas las primeras pruebas luego de las recomendaciones sobre lavar bien los punos y cuellos de las camisas dejar en remojo los pantalones, Gella convino que seria hora de que a la fuerza, le demuestre como debia una verdadera lavandera tratar las prendas. Ademas de condenarlo a Victor nuevamente a ese espectaculo innecesario, transformarlo en un espectador de la espalda y los codos en movimientos monotonos, lo dejo semidesnudo, tendido sobre un sillon para tirar, mientras el fumaba y pasaba las horas suficientes a que Gella acabe leyendo un viejo libro que habia encontrado en la biblioteca de esa casa de Edgar Alan Poe.
Gella no poseia demasiados libros, y los que tenia, o era la gran coleccion de derecho penal, tratados acerca de la psicopedagogia, y la coleccion de libros de la editorial Robin Hood. Detras de todo esto, se podia hallar un solo libro que claramente no pertenecia a ese medio, y que quiza, habia sido traido a esa casa por ignorancia o descuido. Victor no tardo en apropiarselo, pero ante la advertencia de Gella, se vio obligado a la negociacion. Se llevaria el libro si primero lo lograba leer en su totalidad dentro de la casa. Luego, podria hacer lo que quisiera. Al principio, le parecio absurdo la propuesta, ya que si alguna vez podria acceder al libro de Poe, seria ya innecesario su posesion, no le interesaria; la casa de Gella seria una especie de biblioteca pero con el complemento agravante que era la presencia de la duena de casa. Cuando ella se puso a lavar la ropa incluso pese a las advertencias de Victor, el aprovecho el momento y fue directo al libro, comenzo hojeandolo, y a las pocas visitas, ya le habia entrado bastante al texto como para abandonarlo.
En una de las tantas sesiones de lavado en la terraza, Victor comenzo a observar patrones de conducta (inducido por la metodologica prosa de Poe) en el obrar de Gella. Todas las tardes en que la encontraba en pleno lavado, repitiendo como por mandato matriarcal del que no habia podido desprenderse; una vez concluida la fase del jabon y el agua, Gella se detenia particularmente en el cable prendido de un extremo de la antena del televisor y un tornillo siempre amenzante a soltarse de la pared, lugar donde colgaba la ropa. Lo maravilloso para ella era crear de esa masa informe de ropa, una serie de prendas con sus particulares colores y formas y agujeros, disponerlas en un orden siempre cambiante sobre el cable y esperar un tiempo a que se sequen. Ya en casos anteriores que la habia visto hacer esto, habia notado ciertos patrones en el orden en que las colgaba. Una vez en que se habia fijado en este detalle, se habia dado cuenta de que ella habia optado por organizar las ropas segun el color: primero las azules, los negros, los verdes, y el resto. Otra vez habia estado casi seguro de que habia elegido segun el tipo de ropa, reproduciendo en forma lineal el orden de vestir de ella: la ropa interior, las medias, remeras, pantalones, etcetera, hasta que se le acababa la ropa y comenzaba a colgar la de Victor en un orden similar. Estaba casi seguro que cantidad de veces que habia estado en la misma situacion y nada le habia llamado la atencion, y que sin embargo, se escondia por debajo de esto un orden subyacente en el cual Victor comenzo preguntarse cada vez mas fuerte.
Influido por las lecturas de Poe, quien habia comenzado a ver como un loco maniatico obsesivo del orden, intento pensar el caso de Gella desde otro angulo. Poe, ese desquiciado siempre al borde de la locura, que planteaba a la logica y a la razon como el arma con la cual enfrentar los conflictor que en cada cuento suyo surgian, por mas fantastico que sea el resto de las cosas. Poe, que a punto de desbandarse, colocaba cada palabras, cuidando celosamente que no haya ninguna que sobre, en una economia perfecta de un cuento. Ese mismo Poe, que recurria a la escritura porque su mundo no tenia sentido, porque el opio y los crimenes no habian sido suficiente para explicar la realidad, y por eso, los escribia. Poe, el Poe en el cual Victor se habia inspirado para formular su teoria, una tarde de lavar la ropa, mientras el fumaba en el sillon de la terraza semidesnudo, el sindrome de Poe: el ordenamiento propio de cada persona sobre las cosas cotidianas a falta de ese mismo orden que se exigen dentro de la realidad. Gella no reparaba que los platos en los cuales comian, se convirtieran luego de haber sido usados, en ceniceros. Ni tampoco se preocupaba por el infierno que le esperaba al entrar a su habitacion. Pero no podia soportar que cada vez que colgaba la ropa, esta no organice el caos a traves de su mano vectorial. Y este orden que ya habia notado unas cuantas veces era lo que a ella le permitia seguir pensando en una especie de compensacion por el fracaso de su relacion con Victor, de su capacidad de artista nacida muerta, el desastre en que no podia salir por no querer despojarse de los ciclios en los cuales todo va cayendo inevitablemente, hasta el olvido en un rincon de su habitacion. El cable con la ropa ordenada le daba el deseo de no estallar en cada comentario reprochante de Victor acerca de tal o cual cosa o situacion, que siempre se quedaba sin cigarrillos, que tenia hambre y sueno, siempre sin dinero y ella lo atendia maternalmente, sin interjecciones ni onomatopeyas, porque el cable de la ropa. Decia otra cosa, que ese orden supuesto en que ella colocaba (o administraba, ya que de un orden cualquiera, pasaba a un orden que ella indicaba) a lo que se reservaba para ella fuera del caos de sus cosas en general, de sus dibujos, poemas, eses objetos que ella tasaba en valor incalculable pero estaban dispersos por toda la casa, y en particular con su vida y con Victor.
6









El sistema de las cartas habia sido creado por Gella de manera accidental, sin ninguna premeditacion al respecto. Luego de ese primer papel, de ese dia en que le entrego el bollito escondido en algun lugar de la campera de Victor, inicio una nueva forma de comunicacion entre ellos.
Desde un principio, se habia trazado una de las cuestiones fundamentales al colocar ese papelito con garabatos gelleanos en el riesgoso conturon de la campera de Victor, de manera que quedo colgando a punto de caerse en cualquier momento y lugar con el minimo movimiento brusco. Pero el hecho es que no se cayo y paso inadvertida durante un cierto tiempo, una semana despues, hasta que Victor se volvio a poner la misma campera a los efectos de un frio interrumpido. Pero no era la misma, ahora tenia un papel enganchado; como habia llegado ahi, desde cuando estaba, quien lo habia puesto, esa clase de preguntas que se responden con la palabra Gella. Y en el momento de pegar el manotazo para tomarla entre las manos de dormido –utilizandola a falta de un salto de cama –se habia dejado traslucir que en la espalda habia algo que era extrano, definitivamente no estaba ahi antes, no pertenecia a los accesorios propios de una campera como se la conoce; en ese estado cuasi-onirico, en donde las barreras de lo conciente e inconciente se liman lo mas posible, Victor culpo primeramente a ciertas ratas, luego a unos duendes, y eran ellos los que habian colocado eso ahi, para finalmente pensar algo mucho peor, duendes montados en ratas, que ademas dejaban cartas amenazadoras a Victor, inquiriendole que deje la habitacion de Rodriguez Pena. Pero una vez despejado, ya con un cigarrillo en la boca, las letras, los dibujitos, la cursileria al por mayor hablaba de otra cosa, no comentaba acerca de la amenaza de seres solo existentes en suenos victinianos, sino en lo peor: Gella escribiendo una carta. Ademas, al pie de la letra, decia: “Firmado (y esta palabra tambien estaba escrita) Gella”, y no creia conocer a ningun otra Gella ni habia posibilidad de que exista otra en toda la ciudad.
Lo particular en este tipo de cartas, desde la primera, sabiendo de quien venian, era que no tenian el mismo trato de cara a cara, la mayor parte era una exageracion un tanto grotesca de algunas cosas que pasaban entre ellos, no habia un minimo de sinceridad o intension de comunicar nuevas noticias, informes acerca de la situacion o cosa parecida, como se esperaba en cualquier tipo de epistola. Si de a poco iban incursionando en los juegos que llenaban los espacios vacios, las cartas no estaban excentas de esto. Quiza en la primera carta no habia notado bien esta cuestion; se habia concentrado, en el medio de transporte, mas que nada. Pero por suerte o desgracia, hubo una segunda, y luego una tercera, y la que le siguio, hasta inaugurar todo un nuevo sistema de comunicacion entre los dos, que Victor comenzaba a hacer uso y tomar el gusto.
A medida que Gella iba siendo abuso del sistema (y Victor, no excento de esto, siguiendola y respondiendole cada una de ellas, siempre que llegaran a su mano), se fueron determinando el tema, el estilo, y sobre todo, ese bovarismo intachable que Gella explotaba al maximo. Si en su vida hubiera leido a Flaubert, lo hubiera considerado todo un genio, hubiera sido una foto en su pared a quien adorar, no porque lo pensase de la manera que lo hacia Victor, sino desde la figura de un pader atento y comprensivo, capaz de fijarse en los detalles de una mujer creada (Gella seria su hija), con los patrones netamente gelleanos de mujer coherente en la incoherencia. Pero no, Gella no habia leido jamas a Flaubert, en esta situacion, el caso de Gella solo contribuia a engrandecer a una creacion exactamente construida, que mas alla de los anos y las distancias, todavia se podian encontrar ejemplares de ese estilo sin el conocimiento alfuna de la obra del genio frances.
La unica cuestion que se habia presentado como problema a Victor con respecto al tema de las cartas, luego de aceptarlas y adoptar como propio el metodo, fue que Gellam en lugar de recurrir a los lugares seguros de medio de transporte de una carta, seguia elligiendo aquellos lugares riesgosos en los cuales el papel cuidadosamente escondido, podia no llegar jamas a las manos de destinatario. Pero luego de estudios minuciosos, Victor entendio que el nivel de riesgo en el que la carta era escondida dependia de las intensiones de ella que la carta llegue a destino seguro, a las manos de Victor. Los deseos de que la carta sea leido por Victor era directamente proporcional a la seguridad del medio. Si queria escribirle algo y tenia intensiones de que Victor se entere, elegia un bolsillo del saco o algun lugar a salvo dentro de su bolso, en algunos casos, dentro del zapato. Pero si preferia por alguna consideracion que eso que le habia escrito no le conformaba y preferia que tal vez se pierda en el camino, entonces colocaba el papel en lugares con poca probabilidad de que alguna evz sean leidos por Victor. Con mas estudios que iba realizando para entender la retorcida personalidad de un ser tan gelleano, Victor determino que lo que ella queria era deshacerse de toda responsabilidad a partir de que ella colocaba el ultimo punto y soltaba la lapicera. Lo demas, dependia de fuerzas extranas siempre ajenas a ella. Preferia pensar que habia matices al escribir una carta sencilla y no en la cortamte determinacion de un si o un no, de algo bueno o algo decididamente malo, que la carta llegara o quedase en el camino, en una vereda pisada por todos los pasos o en las manos tibias de Victor. Ella buscaba que llegue mas o menos, o por lo menos no tener jamas la certeza de que el papel habia llegado, con un compromiso de lectura y contestacion, siempre amargos.
Aqui es donde a Victor se le planteaba una nueva situacion. Pensando un poco mas en el tema, dandole las vueltas necesarias que habia que darle, y a los efectos de las experiencias recogidas luego de las visitas realizadas a la casa de Gella posteriores a las primeras cartas, supo que ella no era para nada buena disimuladora. Era facil notar cuando ella esperaba cierta respuesta en gestos del rostro de Victor, una mueca de ternura o erotismo al verla de nuevo, con nuevos ojos, luego de haber leido esa carta que le cambiaria la manera de verla. Ella siempre hacia gestos con la boca y las cejas. Era inevitable pesar que cuando recurria a estos gestos, era porque la vez anterior que la habia visto, ella le habia escondido una carta. Bastantes veces, a partir de la falta de disimulo de Gella, pudo comprobar que muchas de las cartas que ella insinuaba haberle mandado, jamas habian llegado. Algo que sabia Gella, el jamas podia saber. Jamas preguntarle, eso era un supuesto. Que hacer cuando el horizonte de los ojos divisaban un fruncimiento del ceno y un mirar a traves de los pelos que ella misma intensionalmente se colocaba en la cara para que le tape un poco el rostro y mirarlo a traves de ellos? Simplemente no habia respuestas. Las cartas estaban surtiendo un efecto contrario al de la comunicacion, que se suponia que debia ser a funcion de alguna carta, acortar las ditancias, juntar y compartir las emociones a traves de las palabras. Pero Victor, finalmente, se dio cuenta de que las cartas si habian tenido un efecto con el cual habian sido concebidas. Para llegar a todo esto que se habia planteado, habia tenido que hacer diversos recorridos, desenmaranar el hilo que Gella le habia dado hasta llegar a ella para encontrarse que de nuevo se habia perdido en el camino, y cuanto mas trataba de entenderla, mas confusas se ponian las cosas. Gella triunfaba nuevamente, se elevaba en silenciosa victoria, aunque jamas pudiera estar seguro de lo que eso significara, si Victor habia pasado unas cuantas horas de su hermoso tiempo tratando de encontrar alguna explicacion razonable a lo que ella planteaba como su embrollo. Pero ella igualmente se regocijaba.
5









Gella a veces se comportaba como una nina, sufria regresiones en el tiempo que se detenian en su infancia. Abria un baul lleno de recuerdos y objetos tales como cuadernos de dibujo, hojas garabateadas, algunos papeles con poesias de cuando tenia trece anos, en fin, el tipo de cosas que Gella guardaba en un baul por algun motivo. Era una enorme caja negra donde se archivaba lo mejor de su produccion artistica, sus puntos cumbres en sus poemas infantiles y sus dibujos que le decian algo, tal vez que ella iba a ser una gran artista, una bailarina importante o una escritora mediocre, pero leida. Guardaba ese baul sus intenciones de convertirse algun dia en una mujer que viva del arte, que sea un homme-de-letres, o mejor, una femme-de-letres, haciendose famosa contanto su historia, al mejor estilo de Francois Sagan (su preferida), vivir a la sombra de la luna en laguna pocilga rodeada de personajes, ascender, seguir subiendo, y mas tarde, ya vieja, retirarse a la campina a redactar sus memorias.
Deberia haber pasado anos y anos para recolectar todo ese material guardado, de distintas edades y de generos muy diversos. Lo ultimo que habia hecho estaba fechado hacia un ano atras, mas o menos antes de conocerlo. El se preguntaba que le habia ocurrido a Gella para dejar de hacer las cosas que hacia. La respuesta mas facil era la desilusion, al ver que no podria llegar a ser lo que habia sonado, habia entrado en un estado de pesimismo incurable, tan fuerte como para dejar todo de lado y guardarlo bajo llave, y no abrirlo sino esporadicamente.
Lo mas seguro era que Gella habia entrado en un estancamiento emocional en donde se encontraba confundida, sin poder apuntar a un horizonte claro, y encontro mas facil dedicarse a tejer o a hacer pantallas de lamparas que tener encuentros todo el tiempo con su yo que no deseaba ver, con su lado mas sufrido y lleno de dudas, para restregarse por la cara las cosas que ella preferia ignorar concienetmente.
La tarea de Victor seria arrancarle poco a poco todo lo que ella queria esconder, todo lo bueno que podria salir de esa caja negra para poder impulsar el proceso creativo de Gella. Y es que era tan dificil para el, porque ella estaba atada fuertemente a todas las cosas pesadas, no podia solo pensar que lo pasado no pesa, sino que es mas bien una plataformo en donde poder apoyarse, olvidar las clases de danza que ella habia tomado desde nina, dejar de lado sus lecciones de piano nunca concretadas, soltarse de todas las cosas que la ataban para asi poder emprender vuelo hacia nuevos rumbos artisticos. Victor entendia a Gella, o por lo menos en ese tiempo tenia la creencia plena de entenderla, o por lo menos las partes mas generales de ella. Lo que no sabia era como solucionar el problema de su ostracismo, de su falta de voluntad de arreglar las cosas y consiliarse consigo misma. EL se habia autoadjudicado esa tarea, en vistas de que Gella no presentaba rasgos de querer arreglarse para poder volver a agarrar un lapiz y un papel y dibujar o escribir, lo primero que le salga.
Revisando algunos de los papeles de Gella, Victor habia encontrado cosas interesantes. Al parecer, Gella sufria reiteredamente el tan trillado miedo a la hoja en blanco. Habia firmado hojas y hojas en blanco como la conclusion de un trabajo insatisfactorio. Al reves de Mallarme, que imaginaba a la hoja en blanco como el lugar absoluto en el que se inscribia el todo, Gella se situaba frente a la hoja como el ejemplo del que no tiene que decir absolutamente nada. La firma indicaba que se habia rendido de tratar de que las ideas fluyan, habia esperado a que lleguen de la mano del tiempo y la paciencia que ella presentaba al sentarse frente a la hoja, pero nada. En una occasion habia dedicado un poema, en verso libre, a la temible hoja en blanco:

Hoja que me traes a escribir nuevamente
me acerco y tomo el lapiz suave
te espero a que empieces a dar ordenes
pero pasa el tiempo y nada aparece
Hoja que me traes a escribir
me asomo por la puerta y te miro
veo que nada hay en la hoja en blanco
y eso me llena de vertigo

Con un poco de trabajo, podria llegar a ser el esbozo de una idea para un poema, pero estaba intacto desde que Gella lo habia escrito hacia dos anos. Eso era lo que venia perfilandose desde hacia un tiempo, ese vertigo del que hablaba en el ultimo verso, que luego se convertitia en caida libre de la que todavia no se podia recuperar. A veces parecia que iba a tocar fondo, cuando volvia a abrir el baul y sacaba las cosas, las leia, veia sus dibujos o se ponia a ensayar algunos pasos de danza contemporanea. Parecia que estaba decidiendo a retomar con todo eso, a volver a ejercitarse en todas las doctrinas que se supo desempenar; pero no. Eran simples miradas retrospectivas cargadas de nostalgias que le hacian ver el presente como algo miserable y muy lejano de las buenas cosas de ayer, los viejos tiempos.
Entonces habia que consolarla, pues se largaba a llorar desconsoladamente. Poco habia que hacer en esos casos, porque por mas que Victor tratara de hacerle entender racionalmente que no todo estaba perdido, que todavia estaba a tiempo de comenzar de nuevo, que podia recomenzar en ese mismo instante si se dejaba de llorar, ella no reaccionaba de la manera que el deseaba. En esos casos ella preferia tirarse a la cama y permanecer un buen rato sin que nadie la toque, sin que le digan palabra, hasta que aceptara la realidad de que las cosas no iban a volver a ser como eran antes, que de ahora en mas lo unico que le quedaba era aceptar los momentos de total decandencia hasta que se desmorone todo de una vez.
O bien, ella preferia que le diga que todo estaba bien, llenarla de consuelos con mentiras, confalsas esperanzas de una espontanea recuperacion magica. Pero el no sabia como mentirle, no sabia pronunciar las palabras que queria oir, solo sabia ir con la verdad, con los hechos, que era que ella no hacia nada, y en lugar de estar empleando su tiempo en pensar en cosas para hacer, preferia pensar en cosas que no pasaban, y cosas que no podrian tener lugar en la realidad de un mundo racional, como en el que vivian. Porque era mas posible para el que ella quedase eternamente estancada en la cama llorando a que, segun ella, algun dia alguien iba a venir a decirle algo y publicar sus cosas o hacer una exposicion de sus dibujos. Ahi era cuando el se irritaba y cedia con las explicaciones razonables que le daba y la dejaba ahi tendida en la cama hasta que termine con su teatro. El, en cambio…
El, en cambio, tenia las cosas mas claras, o por lo menos no hacia tanto planteo acerca de como las cosas son o tendrian que ser. Simplemente dejaba que los hechos tomen su curso como quien no se atreve a alterar la corriente de un rio, no por miedo o falta de voluntad, sino por un laissez-faire muy arraigado. Si las cosas vendrian, se presentarian de una sola vez, sin vueltas, o sea, bienvenida. Pero no podia hacer cambiar de parecer a Gella. Ella tenia en esencia, todo lo que se necesitaba, pero carecia de iniciativa. El trataria de hacer todo lo posible por brindarle esa iniciativa, que le sirva para su proceso creativo como un empujon, que tomaria el efecto de avalancha en cualquier momento. A veces ella sentia gran envidia hacia esa actitud tan calma, casi pasiva de Victor. Veia como se paseaba de una lado a otro sin importarle demasiado si andaba con frio o con calor, con o sin dinero, solo o acompanado. Pensaba en el como un animal sumamente independiente, com o un gato o un escritor. Lo solia mirar con grandes ojos de admiracion al pensar que el su seria el que un dia se pueda dedicar a hacer arte, vivir la vida plenamente, hacer cosas sin importarle realmente las posibles consecuencias a futuro. Pero de cierta forma, Gella se consolaba que el por el momento tampoco se dedicaba a sacar lo mejor o peor de si y colocarlo en un papel. Mientras que el se dedicara exclusivamente a leer o ver esporadicamente obras de teatro o una exposicion de cuadros, y no a escribir o a moverse en torno a una doctrina artistica, todo en ella se componia. En alguna medida ella pensaba, en medio de ataques de venenosa envidia, que estaba bien que Victor, como ella, no hicieran nada, siguiendo un principio de constante comparacion con el otro. Se contentaba asi de la inactividad de Victor, sin pensar siquiera que tambien estaba presente su propia inactividad. Habia ideado un principio que funcionaba de consuelo.Basicamente, consistia en no hacer para ser, que no tenia ningun fundamento de ningun tipo, pero a ella le servia para no condenarse como lo hacia en aquellos ataques.
Pero de lo que Gella no se tenia que enterar era que el no necesitaba ningun tipo de teoria casera para no caer en la angustia del estancamiento de la produccion artistica. El se consideraba como una creacion artistica en si, la obra de un artista azaroso, inacabado, un ser descarrilado de todo tiempo y circunstancia que lo ate y lo condende, una conjuncion de teorias filosoficas, experiencias semitragicas, y pequenas porciones de todo tipo de novelas con las que el se identificaba y emocionaba, todo esto empaquetado en un cuerpo joven y descuidado, por su condicion material y su postura de ataque a la estetica renacentista del momento. Victor no dejaba escapar a Pindaro en todo esto, que habia leido una vez, y enunciaba que habria que convertirse en uno mismo, dicho esto hacia veinticinco siglos atras, teniendo vigencia hoy dia. Pensaba.
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Gella a veces se comportaba como una nina, sufria regresiones en el tiempo que se detenian en su infancia. Abria un baul lleno de recuerdos y objetos tales como cuadernos de dibujo, hojas garabateadas, algunos papeles con poesias de cuando tenia trece anos, en fin, el tipo de cosas que Gella guardaba en un baul por algun motivo. Era una enorme caja negra donde se archivaba lo mejor de su produccion artistica, sus puntos cumbres en sus poemas infantiles y sus dibujos que le decian algo, tal vez que ella iba a ser una gran artista, una bailarina importante o una escritora mediocre, pero leida. Guardaba ese baul sus intenciones de convertirse algun dia en una mujer que viva del arte, que sea un homme-de-letres, o mejor, una femme-de-letres, haciendose famosa contanto su historia, al mejor estilo de Francois Sagan (su preferida), vivir a la sombra de la luna en laguna pocilga rodeada de personajes, ascender, seguir subiendo, y mas tarde, ya vieja, retirarse a la campina a redactar sus memorias.
Deberia haber pasado anos y anos para recolectar todo ese material guardado, de distintas edades y de generos muy diversos. Lo ultimo que habia hecho estaba fechado hacia un ano atras, mas o menos antes de conocerlo. El se preguntaba que le habia ocurrido a Gella para dejar de hacer las cosas que hacia. La respuesta mas facil era la desilusion, al ver que no podria llegar a ser lo que habia sonado, habia entrado en un estado de pesimismo incurable, tan fuerte como para dejar todo de lado y guardarlo bajo llave, y no abrirlo sino esporadicamente.
Lo mas seguro era que Gella habia entrado en un estancamiento emocional en donde se encontraba confundida, sin poder apuntar a un horizonte claro, y encontro mas facil dedicarse a tejer o a hacer pantallas de lamparas que tener encuentros todo el tiempo con su yo que no deseaba ver, con su lado mas sufrido y lleno de dudas, para restregarse por la cara las cosas que ella preferia ignorar concienetmente.
La tarea de Victor seria arrancarle poco a poco todo lo que ella queria esconder, todo lo bueno que podria salir de esa caja negra para poder impulsar el proceso creativo de Gella. Y es que era tan dificil para el, porque ella estaba atada fuertemente a todas las cosas pesadas, no podia solo pensar que lo pasado no pesa, sino que es mas bien una plataformo en donde poder apoyarse, olvidar las clases de danza que ella habia tomado desde nina, dejar de lado sus lecciones de piano nunca concretadas, soltarse de todas las cosas que la ataban para asi poder emprender vuelo hacia nuevos rumbos artisticos. Victor entendia a Gella, o por lo menos en ese tiempo tenia la creencia plena de entenderla, o por lo menos las partes mas generales de ella. Lo que no sabia era como solucionar el problema de su ostracismo, de su falta de voluntad de arreglar las cosas y consiliarse consigo misma. EL se habia autoadjudicado esa tarea, en vistas de que Gella no presentaba rasgos de querer arreglarse para poder volver a agarrar un lapiz y un papel y dibujar o escribir, lo primero que le salga.
Revisando algunos de los papeles de Gella, Victor habia encontrado cosas interesantes. Al parecer, Gella sufria reiteredamente el tan trillado miedo a la hoja en blanco. Habia firmado hojas y hojas en blanco como la conclusion de un trabajo insatisfactorio. Al reves de Mallarme, que imaginaba a la hoja en blanco como el lugar absoluto en el que se inscribia el todo, Gella se situaba frente a la hoja como el ejemplo del que no tiene que decir absolutamente nada. La firma indicaba que se habia rendido de tratar de que las ideas fluyan, habia esperado a que lleguen de la mano del tiempo y la paciencia que ella presentaba al sentarse frente a la hoja, pero nada. En una occasion habia dedicado un poema, en verso libre, a la temible hoja en blanco:

Hoja que me traes a escribir nuevamente
me acerco y tomo el lapiz suave
te espero a que empieces a dar ordenes
pero pasa el tiempo y nada aparece
Hoja que me traes a escribir
me asomo por la puerta y te miro
veo que nada hay en la hoja en blanco
y eso me llena de vertigo

Con un poco de trabajo, podria llegar a ser el esbozo de una idea para un poema, pero estaba intacto desde que Gella lo habia escrito hacia dos anos. Eso era lo que venia perfilandose desde hacia un tiempo, ese vertigo del que hablaba en el ultimo verso, que luego se convertitia en caida libre de la que todavia no se podia recuperar. A veces parecia que iba a tocar fondo, cuando volvia a abrir el baul y sacaba las cosas, las leia, veia sus dibujos o se ponia a ensayar algunos pasos de danza contemporanea. Parecia que estaba decidiendo a retomar con todo eso, a volver a ejercitarse en todas las doctrinas que se supo desempenar; pero no. Eran simples miradas retrospectivas cargadas de nostalgias que le hacian ver el presente como algo miserable y muy lejano de las buenas cosas de ayer, los viejos tiempos.
Entonces habia que consolarla, pues se largaba a llorar desconsoladamente. Poco habia que hacer en esos casos, porque por mas que Victor tratara de hacerle entender racionalmente que no todo estaba perdido, que todavia estaba a tiempo de comenzar de nuevo, que podia recomenzar en ese mismo instante si se dejaba de llorar, ella no reaccionaba de la manera que el deseaba. En esos casos ella preferia tirarse a la cama y permanecer un buen rato sin que nadie la toque, sin que le digan palabra, hasta que aceptara la realidad de que las cosas no iban a volver a ser como eran antes, que de ahora en mas lo unico que le quedaba era aceptar los momentos de total decandencia hasta que se desmorone todo de una vez.
O bien, ella preferia que le diga que todo estaba bien, llenarla de consuelos con mentiras, confalsas esperanzas de una espontanea recuperacion magica. Pero el no sabia como mentirle, no sabia pronunciar las palabras que queria oir, solo sabia ir con la verdad, con los hechos, que era que ella no hacia nada, y en lugar de estar empleando su tiempo en pensar en cosas para hacer, preferia pensar en cosas que no pasaban, y cosas que no podrian tener lugar en la realidad de un mundo racional, como en el que vivian. Porque era mas posible para el que ella quedase eternamente estancada en la cama llorando a que, segun ella, algun dia alguien iba a venir a decirle algo y publicar sus cosas o hacer una exposicion de sus dibujos. Ahi era cuando el se irritaba y cedia con las explicaciones razonables que le daba y la dejaba ahi tendida en la cama hasta que termine con su teatro. El, en cambio…
El, en cambio, tenia las cosas mas claras, o por lo menos no hacia tanto planteo acerca de como las cosas son o tendrian que ser. Simplemente dejaba que los hechos tomen su curso como quien no se atreve a alterar la corriente de un rio, no por miedo o falta de voluntad, sino por un laissez-faire muy arraigado. Si las cosas vendrian, se presentarian de una sola vez, sin vueltas, o sea, bienvenida. Pero no podia hacer cambiar de parecer a Gella. Ella tenia en esencia, todo lo que se necesitaba, pero carecia de iniciativa. El trataria de hacer todo lo posible por brindarle esa iniciativa, que le sirva para su proceso creativo como un empujon, que tomaria el efecto de avalancha en cualquier momento. A veces ella sentia gran envidia hacia esa actitud tan calma, casi pasiva de Victor. Veia como se paseaba de una lado a otro sin importarle demasiado si andaba con frio o con calor, con o sin dinero, solo o acompanado. Pensaba en el como un animal sumamente independiente, com o un gato o un escritor. Lo solia mirar con grandes ojos de admiracion al pensar que el su seria el que un dia se pueda dedicar a hacer arte, vivir la vida plenamente, hacer cosas sin importarle realmente las posibles consecuencias a futuro. Pero de cierta forma, Gella se consolaba que el por el momento tampoco se dedicaba a sacar lo mejor o peor de si y colocarlo en un papel. Mientras que el se dedicara exclusivamente a leer o ver esporadicamente obras de teatro o una exposicion de cuadros, y no a escribir o a moverse en torno a una doctrina artistica, todo en ella se componia. En alguna medida ella pensaba, en medio de ataques de venenosa envidia, que estaba bien que Victor, como ella, no hicieran nada, siguiendo un principio de constante comparacion con el otro. Se contentaba asi de la inactividad de Victor, sin pensar siquiera que tambien estaba presente su propia inactividad. Habia ideado un principio que funcionaba de consuelo.Basicamente, consistia en no hacer para ser, que no tenia ningun fundamento de ningun tipo, pero a ella le servia para no condenarse como lo hacia en aquellos ataques.
Pero de lo que Gella no se tenia que enterar era que el no necesitaba ningun tipo de teoria casera para no caer en la angustia del estancamiento de la produccion artistica. El se consideraba como una creacion artistica en si, la obra de un artista azaroso, inacabado, un ser descarrilado de todo tiempo y circunstancia que lo ate y lo condende, una conjuncion de teorias filosoficas, experiencias semitragicas, y pequenas porciones de todo tipo de novelas con las que el se identificaba y emocionaba, todo esto empaquetado en un cuerpo joven y descuidado, por su condicion material y su postura de ataque a la estetica renacentista del momento. Victor no dejaba escapar a Pindaro en todo esto, que habia leido una vez, y enunciaba que habria que convertirse en uno mismo, dicho esto hacia veinticinco siglos atras, teniendo vigencia hoy dia. Pensaba.
4









El mito que había creado Gella, y que Víctor seguía como si se tratara del tabaco necesario de todos los días, de una almohada donde apoyar la cabeza, o un plato en el cual la comida nunca faltase a la hora del hambre, era jugar a que se amaban. A veces el juego consistía en un juego de azar, donde no dependía de ninguno de los dos las cartas que tocaran para poner encima de la mesa. Otras veces el juego era más bien de ingenio: cada uno ideaba un amor-acertijo y trataban de adivinarse mutuamente sin utilizar las palabras. Había veces en que Víctor se lo imaginaba como una ruleta rusa, en el cual él sostenía el cañón apretado a las sienes, y Gella, inconciente o simplemente lúdica, hacía girar y girar el tambor de la pistola, deseando con los dientes que no toque una cámara vacía.
Pero lo peligroso de estos juegos era que no se crucen con la realidad y que los juegos no se salgan de los límites de un simple juego. Todo tenía un lugar y una forma determinada de existir. A veces en las cartas Gella insistía tanto en eso que Víctor tenía miedo que ella llegara a creerselo verdaderamente, y se produciría esa especie de desequilibrio tan humano y tan cruelmente posible que todo se rompería a pedazos, el juego de las realidades, Gella, él, que al final costaría tanto volver a armar todo de nuevo que no tendrían la voluntad de hacerlo. Por eso la reciprocidad en la mentira era tan importante, porque era el equilibrio que no tenían en el resto de las cosas, y ese amor falso, funcionaba como un vector ordenador, como ideal inalcanzable, de lo que querían ambos para la relación que tenían. Por supuesto que ese ideal era utópico, era inalcanzable, un ideal tan ridiculamente sencillo como la convivencia (la que ninguno de los dos creía que fuera posible). Y habían inventado algo que era el amor para sostener esa mentira, el amor mentiroso, la cuarta pata de una silla en la que nadie osaba sentarse; el amor que servía de ordenador, de limpiador, de repasador, de destapador, de cualquier cosa menos de amor. Y a falta de imaginación –o a falta de necesidad, porque imaginación tenían, y necesidad de amor también, pero no necesidad de hablar de verdadero amor –habían de llamar todo de la misma palabra, todo encerrado en la misma bolsa, todo lo que antes había tenido un nombre propio y una identidad marcada (el vaso es vaso, el libro libro) ahora todo podía ser llamado con la misma palabra, inútil, inservible, totalmente vacía de contenido: todo era amor.