miércoles, 26 de marzo de 2008

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Mejor aún, se levantó como solía hacer cada vez que terminaba su exposición y busco el rostro de Gella para ver si debajo de esa mata de pelos se encontraría esos ojos dormidos. Haciendo a un lado todo lo que le interfería, confirmó lo que sospechaba hacía largo rato. Gella se había ido, se había fugado en medio de las palabras, se había apartado de esa cama y ese cuarto para quedarse suspendida en un profundo aunque efímero sueño. Por lo tanto, debía ser castigada. Los ratos que ella se tomaba definían a esa ausencia como una simple siesta. Debía apurarse, no detenerse en las zonas fáciles, en lo previsible, adentrarse en aquellas partes donde no podía acceder mientras Gella permanecía despierta. Comenzó con los talones. Sabía que ahí no poseía demasiada sensibilidad. Era una prueba para ver cuán profundamente dormía, prefería no despertarla todavía. La calma que había producido su eventual ausencia colmaba todo el cuarto de un inmenso silencio. Por supuesto que era mejor que duerma. En los talones y los dedos del pie era algo fácil, pero por algún lado tendría que empezar. Por ahora pasaba inadvertido para ella y continuaría la marcha sin que todavía sienta realmente los primeros incisivos clavados en la piel. Ahora buscaba los tobillos. Era un poco mas complejo, pero no bastaría como para producir ese sobresalto que le haría chillar. No poseía demasiada carne allí como para que ya sienta dolor. Salteando las siguientes partes, se dirigió directamente a los muslos, zona carnosa y extremadamente deliciosa. Clavo fuerte los dientes y la boca se le llenó de saliva. Con un ojo procuraba vigilar cada gesto nuevo que se le dibujaba en la cara ahora que parecía ser el momento donde comenzaba a esbozar una leve señal de sufrimiento cuando contrajo las cejas. Pero parecía no salir del transe. Si bien apuntar hacia el centro de todas las indicaciones del cuerpo de Gella parecía ser lo mas tentador, sentía que estaría cayendo en el mismo error de la vez anterior, el lugar fácil que ya había provado hacía unos minutos atrás. En cambio, sintió la suma necesidad de hundir su rostro en la panza de Gella, olvidarse por un segundo de los dientes y frotar los ojos y la nariz en todo ese sector que le estaba prohibido quién sabe por qué complejo gelleano con respecto a las panzas. (Para ella era más prohibido y le causaba mas pudor que los lugares comunmente denominados prohibidos; nada tenían de prohibidos los prohibidos, Gella se encargaba de proporcionarselos con sumisión profunda cada vez que él lo requiriese). Subía, y mientras pensaba en todo esto, pasando entre las tetas, rozandole apenas, y por algun tipo de estremecimiento o escalofrío que esto le causara, la Gella dormida instintivamente extendía las manos para taparlas. Obvió nuevamente el trabajo fácil, pero antes de dirigirse al sitio convenido, hizo un apequenia escala por las axilas. La carne arrugada, la piel que posée la capacidad de ser estirada por lo menos un centímetro del lugar inicial. No duró mucho, apenas un mordisco corto e intenso. Creyó que se había pasado. Miró con el ojo que vigilaba el rostro de Gella, todo indicaba que su despertar era inminente. Faltaba solo un último movimiento, el movimiento final, que reservaba lo mós codiciado. Lo observó y avanzando lenta pero constantemente, ya casi con el cuerpo entero encima del de Gella, se precipitóy abriendo la boca en medio del salto de los labios, dejó escapar un pequeño sonido y fue a clavarle los dientes justo en la yugular. Gella despertó exltada. No le parecían bien esta clase de juegos que él hacía, a lo que él le pregunto que qué juego. Ella lo aceptaba, ahora también reía, pero no siempre podía comprender a tiempo de que se trataba la siuación, y esa vez estuvo a punto de llegar a un terrible alarido que pondría fin a la tranquilidad que ahora empezaba a sentir nuevamente luego de habersela tragado.

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