miércoles, 26 de marzo de 2008

14









Y cuando desperto definitivamente, Gella no estaba. Sentia que habia dormido muy profundamente, que habia permanecido en la cama en un estado de inconciencia durante un par de horas, aunque segun el reloj del escritorio no habian pasado veinte minutos o media hora. El calor era un tanto agobiente en ese cuarto. Con la puerta cerrada, el aire no habia corrido y era probable que durante esa media hora hayan estado respirando dioxido de carbono puro. La camisa se le habia pegado al cuerpo y se la desabotono. Gella no tardaria demasiado en volver, cualquiera haya sido su motivo de abandonar la habitacion. Se saco los zapatos y se sento en la cama. Todavia estaba tibia y las sabanas un poco humedas por la transpiracion de los dos. Desde la cama comenzo a observar todo el cuarto como si fuera la primera vez que estaba ahi. Y de cierta forma era la primera vez que estaba sentado en esa cama, solo, sin Gella, pensando donde estaria ella que no venia, que el cuarto tomaba otro aire sin la certeza de su presencia en la casa, porque tal vez ella habia salido a comprar algo, cigarrillos no faltaban, tenia que ser otra cosa. En esa serie de pensamientos que le venian a la cabeza, comenzo a notar los pequenos detalles del cuarto, que eran bastante particulares. En su escritorio habian apiladas unas diez peliculas con etiquetas de Antin, Greenaway, Favio, Fritz Lang, Herzog, Bertollucci y Wells, entre las que alcanzaba a leer. Sabia que a Gella le gustaba el buen cine, pero se preguntaba si realmente entenderia las peliculas que veia, o si simplemente las miraba y las acumulaba en el escritorio, pensando que las tendria que mirar alguna vez. Al lado de la pila de peliculas habia un reloj que marcaba todo el tiempo las cuatro menos cuarto. Ahi fue cuando se dio cuenta de que la posibilidad de haber estado durmiendo durante mucho mas tiempo era casi un hecho, porque si cuando se durmio eran las tres y veinte (habia visto el reloj de pulsera de Gella, los mas seguro era que andaba bien) y cuando calculo los veinte o treinta minutos que durmio, habia mirado el reloj ese, donde eran siempre las cuatro menos cuarto, un artefacto donde las agujas no corrian y daban esa falsa sensacion de que el tiempo tampoco corria. Le acometio la duda de hacia cuanto Gella se habia ido, tal vez ya hacia una hora y se la empezaba a extranar (esa era una de sus mejores cualidades y habilidades). Giro los ojos hacia un frasco de vidrio que probablemente en otro tiempo hubiera contenido clavos, y al lado, un vaso gigante que tranquilamente podria servir para regar las plantas del balconcito de Gella, pero como ya lo habia comprobado una vez, ella lo usaba para tomar grandes bocanadas de agua durante la noche. En una de las manijas de los cajones del escritorio colgaban un par de zapatos miniatura de bailarina de ceramica que colgaban de un fino hilo de lana. Pegados a la pared con cinta adhesiva, una serie de dibujos infantiles, unos primeros bocetos de la iniciacion de Gella en la pintura. Le parecia un poco excesivo, todo el tiempo el constante recuerdo de que ella a los cuatro anos se perfilaba como una gran pintora, aunque todos hacian dibujos a los cuatro anos, pero sin sentir la necesidad de dedicarse a eso durante el resto de la vida. Ademas, los zapatitos, los dibujos, eran una vuelta continua a un periodo que no podia sentir como ya pasado, lejano, y tal vez por eso la reminiscencia de las actitudes infantiles de Gella. En un rincon de la pieza se amontonaban pedazos de un maniqui o de varios maniquies, porque por ahi se asomaban dos brazos derechos, un torso sano y uno casi totalmente destruido a martillazos, alguna pierna que se asomaba detras de unos carteles que habia recogido de la calle, Trenes a Primera Junta, Cuidado piso mojado/ Caution wet floor. Cerca de ahi habia una caja de herramientas donde dormia el martillo destructor y otras con las que Gella confeccionaba collares o pantallas de lamparas que luego no terminaba y quedaban archivados en un rincon junto a la coleccion de bolsas vacias de todo tipo. Al lado de un tacho con restos de paraguas habia una pantalla de lampara que Gella habia dejado a medio hacer, y que habia empezado un dia que estaba con el, inmediatamente despues de hacer el amor, mientras el se quejaba de que se habian quedado sin cigarrillos, tratando de conservar lo mas posible esa sensacion de paz y cansancion perturbada por la imposibilidad de fumar y porque Gella tomaba unas pinzas y doblaba unos alambres que habia encontrado por ahi o que pertenecian a otra lampara de pantalla. Gella tambien entre tantos desperdicios poseia una hermosa coleccion de peliculas en formato ocho milimetros predominantemente pornograficas que las habia encontrado en un volquete con resto de una obra en construccion. Cuando la interrogo sobre el origen de esas peliculas ella le conto una historia que parecia sacada de algun otro lugar: [probablemente] las habia tirado el videoclub de la vuelta de su casa por la delacion de la amenaza de una visita sorpresa de algun inspector por parte de un amigo que tenia el dueno, que trabajaba en la municipalidad y tambien estaba en el negocio del trafico de las peliculas pronograficas ilegales. Claro estaba que Gella se habia hecho toda la historia, pero en ese momento el pensaba que ella deberia ser la persona con mejor suerte en todo Buenos Aires, y no solo por las peliculas encontradas, sino tambien por en episodio del colchon y la alfombra encontrados y dela vez que un hombre le ofrecio dinero por nada, porque se sentia feliz. Pero con las peliculas nada habia hecho, no poseia un reproductor de ocho milimetros, y eso era una lastima; ya habia el intentado sacar provecho, pero era bastante aburrido ver cuadro por cuadro, sin sonido, a tras luz, mira aca hay una mujer desnuda, aca la misma mujer desnuda, en esta la mujer desnuda esta levantando un brazo, etcetera. Simplemente se contentaba con conservarlas en su estuche original y alardear con ellas a quien se apareciera por su casa.


Despues de diez minutos, (o quien sabe cuanto tiempo despues, porque no se podia confiear en el reloj del escritorio, seguian siendo las cuatro menos cuarto) Gella habia vuelto con el mate recien preparado y el agua caliente. Habia notado que no traia la azucarera, lo que era un buen signo, se habia salvado de tomar un mate dulce como le gustaban a ella. Se habia echado en la cama concediendole la tarea de cebar. Agarro su bolso tendida desde la cama y saco el libro de Los modales a seguir para una dama en determinadas situaciones, y abrio en el capitulo Como una dama debe comportarse caminando en la calle. Le leyo un pasaje mientras terminaba de chupar con fuerza la bombilla del mate que le habia convidado:
-Aca dice que las damas en la calle caminan de lado de la pared, y viendo que soy una dama, de ahora en mas yo vo y a caminar del lado de la pared, me entendiste?
Tranquilamente hubiera contestado un rotundo y sencillo , seguido con y a continuacion una serie de explicaciones acerca de los estratos sociales a los que estaba dirigido ese libro, le hubiera hecho ver la fecha de edicion del libro que tendria por lo menos cuarenta anos, y seguido una explicacion acerca de la politica de patronazgo masculino a lo largo de la historia y su reflejo en ese ronoso libro. Pero como no le estaba prestando demasiada atencion nada mas le lanzo un vacio . Luego de haber cebado un mate, se levanto y camino hacia la biblioteca para revisar los titulos que tenia Gella, entre los cuales vio uno que le pertenecia. Tiro el libro en la cama para luego guardarlo en su bolso. Luego de cebar unos mates miro la hora y luego de cometer el mismo error de pensar que eran todavia las cuatro memos cuarto, le pregunto a Gella por la hora. Eran las siete y diez. Mucho mas tarde de lo que habia pensado. Pero esas siete y diez se sentian, el calor empezaba a bajar y un viento suave comenzaba a indicar que el dia estaba dando lugar a la hermosa noche de primavera. Metio el libro en el bolso y se dispuso a marchar. Esos dias en que iba a lo de Gella y se pasaba la tarde, luego le agarraba esa especie de ganas de quedarse, de aferrarse a ella, que estaba tan tranquila acostada boca abajo, leyendo ese ridiculo libro, pero ya no se podia quedar. Eran las siete y diez y ya era hora. Hora de que?, no sabia. Tal vez cuando se fuera, ya seria la hora en la que Gella haga algo, tal vez ordene un poco su cuarto, meta algunas cosas en el baul que habia debajo de su cama para simular un orden, sentarse en una silla a dibujar. Y para el que hora seria?, tampoco sabia, hora de caminar por las calles de noche con ese clima que hacia todo mas facil, sobre todo la vuelta, y al llegar, seria hora de leer un poco, sentarse en la cama y abrir el libro a la hoja que habia dejado marcado. Antes de irse, contaria los cigarrillos del paquete para ver en que situacion se encontraba, por lo general, mas bien siempre, quedaban pocos. Se sorprendio que esta vez no le quedaran pocos, sino mas bien muchos, el paquete estaba casi nuevo y no recordaba en que situacion los habia conseguido. Miro a Gella, tan armonica, boca abajo, moviendo las piernas constante y ritmicamente. Se prendio un parisien y le acaricio y sintio que ya era hora de irse de ahi.

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