martes, 11 de marzo de 2008

Bitácora del Capitán Pepo III


Por fin, como no lo esperaba, como cosa en la que no me creía capaz; sorprendido, anonadado, vi ese número redondo que se dibujaba en la pantalla de la calculadora, y después del ruido de una máquina registradora del año cincuenta, imprime la cifra sobre el papel frente a esa cuenta final de dos sumas y una resta: supe que había alcanzado el Zero Balance.
Pero no se puede cantar victoria antes de tiempo, porque una batalla es una lucha. Y como luchas son muchas y victorias tan pocas, que cuando coloqué el huevo en el casillero del número final, metí todos los papeles y los fajos de billetes en la bolsa y me fui a casa silencioso. La mayoría de los cajas lo comentan con una sonrisa, los que no con un festejo mayor, un grito, un alarido. Es acostumbrado que frente a la ventana para entregar la bolsa se acumulen dos o tres cajas y comenten acerca de cómo les fue en el balance. Pero ese día no quedaba nadie. Además, también había tenido mi momento de convulsión cuando faltaban como cuatrocientos mangos y no los podía encontrar por ningún lado. Al lado mío, Noemí que había estado conmigo todo el día, tenía el mismo problema. Estaba arriba casi doscientos dólares. Después ella se dio cuenta de que su reporte estaba mal, que estaba trabajando con el mío. Se lo pedí. Ese era el que me pertenecía. Al final cerré las cuentas y los todos los números encajaron como en un puzzle. Me fui corriendo, hacía como cuarenta minutos que estaba encerrado en esa sala de tortura psicológica. Le dije a Gloria que el reporte de Noemí estaba mal, frente a su pedido: “andá a decirle a esa mona ignorante que no sabe manejar una computadora que mi último ticket fue a las seis cero siete, y que se acuerde que estoy acá esperándola, son más de las siete.” Se lo dije a Gloria y me fui a mi casa contento, satisfecho.
Pero el Zero Balance fue para mí como una droga que una vez me dieron a probar, y que no la volví a encontrar por ningún lado.
Como me lo dice la experiencia, estos tipos sólo te dan a probar de lo más dulce, de las horas extras, de las dulces propinas, de la conciencia del Zero Balance, para luego quitártelo.

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