martes, 11 de marzo de 2008

En un break, al final, cuando todos ya habían dejado sus cigarrillos recién encendidos, sus botellitas vacías en la basura, me quedé yo a terminar mi pucho, más tarde encenderme otro y terminarlo y llegar tarde del recreo por quedarme escuchando que se habían juntado a hablar José el dominicano y José el cubano. Los dos tipos con peor pinta. Me acerco y el boricua está narrando:
“yo en mi vida me acosté con cuarenta y un mujeres, pero mi papá dice que es poco. Yo allá en new york vivía en un edificio con una argentina. Era linda de cara, era casi boricua, porque estaba viviendo en new york hacía unos cuantos años. Pero era muy cochina. Ella llegaba de trabajar en el restaurant y se acostaba en mi cama sin bañarse, con el olor a comida en la ropa, en el pelo. Y tenía mucho olor en los pies. Una vez se sacó los zapatos y me mató del olor. Oye, mujer, pégate un baño, que estás muy olorosa. Y la jeva se lo tomó a mal, se puso a llorar, entonces la abracé y le dije, pero mujer, te tienes que dar un baño. Al final la terminé botando por cochina. Después había una que se me metía por la ventana, por la escalera de emergencia, desde el piso de arriba. No bien se iba el padrote, esta bajaba y se metía en mi cama. Así como se despertaba, con una remera corta y una bombacha.
“Una vez me metí con una casada. Nunca más me voy a acostar con una casada. Le contó al esposo y me vino a buscar a mi casa con un bat y me dio batazo que me dejó la boca ensangrentada y me rompió los dientes. Yo lo cogí y le metí la cabeza en la pared. Cuando lo voy a agarrar de nuevo, me patino con el bat ensangrentado que estaba en el suelo. El tipo se va corriendo. Yo cojo un cuchillo y salgo a la calle a correrlo; cuando está cerca le tiro unos puñales, que sólo le cortan la ropa. En el final de la calle nos paró un policía. Necesitaron a tres para agarrarme a mí. Quería picarlo al tipo, quería rebanarlo. Entonces la policía me arrestó y al desgraciado ese. Al momento de declarar, conté lo del bat. Fueron a buscar el bat a mi casa. Estaba escondido debajo de la cama. La tipa lo había dejado ahí para que no lo encuentren. Lo encontraron y le hicieron un análisis de ADN a la sangre pegada al bat y coincidía con mi sangre. Me dejaron adentro veinticuatro horas por resistencia a la autoridad. Al tipo lo dejaron libre, pero si alguna vez lo cruzo, lo pico, te juro que lo pico”.
“Yo me acosté con cincuenta y siete mujeres” dice José el cubano, que había esperado a que el boricua terminara su relato “cuarenta y cinco eran casadas”.
Nos estamos llendo, volviendo adentro y el cubano agrega:
“las negras, cómo me gustan las negras. Tienen el toto así” (sonido de estar succionando una ostra).

No hay comentarios: